martes, marzo 20, 2012

NADIE PUEDE IMPEDIR LO INEVITABLE


(XXXI)Rea Silvia había parido a sus gemelos y su doncella Tuccia había conseguido hacer salir de la cabaña a Cora, de quien desconfiaba. Por su parte, ésta se había encontrado con Prátex y Catión y los tres se disponían a aprovechar la primera oportunidad para entrar en la cabaña y, cumpliendo el mandato del rey Amulio, quitarle a su hijo. Estaba amaneciendo.- ¡Cora! ¡Cora! – llamaba Tuccia desde el umbral de la cabaña haciendo bocina con las manos y sin levantar la voz. Al no obtener respuesta, salió entornando la puerta. Quizá se habría acurrucado al lado de la tinaja para protegerse del frío, pensó, así que se dirigió hacia allí. Aún se deslizaban por el suelo mansos hilillos de agua, diminutas corrientes nutridas por las gotas que escurrían de la paja del tejado. Ese era el único movimiento, el único sonido que rompía la quietud de la hondonada. Nubes finas como hilachas de lana salpicaban el cielo y aumentaban la sensación de humedad. No había rastro de esa mujer. ¿Dónde se habría metido? Sintió una punzada de arrepentimiento recordando el aullido del lobo. ¿Y si le hubiera ocurrido una desgracia?

Un ruido la hizo girarse y comprender repentinamente cuánto se había equivocado: hacia la puerta abierta de la cabaña se precipitaban Prátex y Catión, seguidos a pocos pasos por Cora. Corrió ella también, aún sabiendo que le llevaban ventaja, que no habría forma humana de detener a esos hombres, muy superiores en fuerzas. Alcanzó a agarrar de la túnica a Catión y lo hizo tambalearse, pero el borrachín se desasió con un fuerte tirón y logró meterse dentro, siguiendo los pasos de Prátex. Cora se le echó entonces encima lanzándole gritos e insultos, pues esa harpía no tenía necesidad ya de fingir
ni de guardar sigilo. La cogía de los brazos por la espalda y tiraba de ella hacia atrás para impedirle socorrer a Rea Silvia, pero la doncella, luchando con todas sus fuerzas, logró avanzar unos pasos y, casi arrastrando consigo a esa mujer infame, consiguió llegar al umbral.

La violenta irrupción de los secuaces del rey Amulio había despertado a Rea Silvia, que se incorporó de un salto. Al resplandor del fuego, las miradas de ella y de Prátex se cruzaron un instante y a la velocidad del rayo la vestal lanzó un grito y se arrojó sobre la cuna de sus hijos para defenderlos. De una zancada se plantó el hombretón a su lado, le propinó un brutal golpe en la cabeza y con la mano la apartó haciéndola rodar sobre la espalda. Quedó desprotegido el cesto y, a la vista, dos rostros sonrosados cuyo plácido sueño no se había interrumpido.

- No me habías dicho que la cerda hubiera parido gemelos – dijo furioso, volviéndose hacia Cora.

- ¡No puede ser! Yo sólo he visto uno…

- Pues compruébalo tú misma, estúpida.
- ¡No os atreváis a tocar a los hijos de Marte! – gritó Tuccia debatiéndose inútilmente entre los brazos del borrachín Catión, que había sustituido a Cora en la tarea de contenerla. Recibió como respuesta un puñetazo en el rostro.

- ¿Y qué, si son dos? – se defendió Cora sin ni siquiera mirar a los recién nacidos, mientras Prátex se apoderaba del cesto –. ¿Acaso te amedrentan? Son bastardos sacrílegos, basura. ¡Mátalos y arrójalos a los buitres para que se alimenten con esa carroña!

Rea Silvia, que a duras penas se recobraba del aturdimiento causado por el golpe en la cabeza, logró abrazarse a una de las piernas de Prátex, para inmovilizarlo.
- ¡Déjalos, déjalos! – gritaba – ¡Mátame a mí pero no hagas daño a mis hijos! Mi padre te dará lo que quieras, riqueza, tierras, rebaños. Te lo suplico, déjalos. Toma mi vida a cambio de la suya.

- ¡Tú estás muerta! – le respondió, despectivo, mientras con el pie libre la pateaba en la espalda y en los brazos hasta que consiguió soltarse.
Gritos y golpes, forcejeos, súplicas, imprecaciones, llenaban de espanto la cabaña. Una violencia tanto más brutal y repugnante al estar dirigida contra mujeres y criaturas inermes, sorprendidas en un momento de debilidad.
Mas ¿qué otra cosa podía esperarse? ¿Acaso no había sido así desde el principio, desde aquel aciago día en que Amulio había ordenado asesinar al hermano de Rea? ¡Ay, Odio, cuán inmenso, extenso y duradero es tu poder! Y que breve, en cambio, había sido la esperanza. El plan de la vestal de salvar a sus hijos entregándolos a sus amigas para que los criasen en secreto había sido un espejismo; las ilusiones de quienes habían luchado esforzadamente por ella estaban condenadas a acabar en decepción.

Y así, en el tiempo que tarda una paloma en cruzar de un extremo al otro el lago Albano, Rea Silvia había dado la vida a sus hijos y los había perdido.


Dolorida, la ninfa Silana vio pasar la comitiva que atravesaba su bosque: Prátex delante con la cesta en la que dormían los gemelos, Catión casi al lado suyo, se adelantaba a veces para apartar las ramas de los matorrales que pudieran obstaculizarle el paso; Cora iba la última, con el rostro ensombrecido, rabiosa. De haber obedecido los dictados de su propio enojo, la ninfa hubiera hecho desaparecer los caminos bajo una niebla impenetrable, habría azotado los rostros de aquellos desalmados con las ramas de las encinas, les habría infundido el terror en el cuerpo. Mas no quería poner en mayor peligro a los gemelos: eran, también, hijos suyos, nacidos en las profundidades de su seno sacro, tierra natal para la estirpe de Marte.
No menos aflicción experimentaban otras diosas: Luna, aunque ya pálida, se veló el rostro con una nube rojiza, según testimonió Urbano Lacio; Diviana manifestó su pesadumbre haciendo brotar un rumor sordo e indefinible que recorrió las cimas y las quebradas de los montes Albanos estremeciendo rocas, espantando a las aves y sacando de sus madrigueras a las alimañas; en el altar de Vesta su fuego sagrado chisporroteó sin motivo, lanzando chispas a tanta altura que a punto estuvieron de provocar una catástrofe. La vestal que lo custodiaba en ese momento corrió a despertar a la vestal Adriana y entre ambas, sujetando con las manos espesas ramas de laurel fresco, formaron un arco sobre el altar y evitaron así que las pavesas llegaran al techo y prendieran la paja.
Estaban aún conmocionadas por lo ocurrido cuando les anunciaron la visita de Númitor. El padre de Rea Silvia había llegado a la ciudad la noche anterior pero era ya tan tarde y tan intensa la tormenta, que hubo de contentarse enviado a sus amistades recado de su llegada. Había pernoctado en la cabaña de Énule y Amnesis, sin lograr descansar ni conciliar el sueño.

- Sólo quería saludarte y decirte que la Vestal Máxima Camilia llegó bien ayer al Aventino y ya está cuidando de Aurelia – dijo a Adriana, que había salido de inmediato a recibirlo.

- ¿Y cómo estás tú? – respondió ésta, impresionada al ver cuánto había empeorado su aspecto.

- Como un hombre a punto de perder a toda su familia. A mi esposa no puedo ayudarla: Aurelia se apaga como una lucerna a la que falta el aceite. En cuanto a Rea Silvia… Seguiré luchando por ella. Ahora mismo voy a presentarme ante mi hermano.

- ¿Me permites acompañarte? Las vestales siempre hemos estado a vuestro lado y en ausencia de Camilia…
- Acepto con gusto.

Apenas había luz cuando salieron de la casa de las vestales. La pasada tormenta, o el frío, o el hecho de que en invierno se hicieran pocas labores en el campo, mantenían desiertas las calles de Alba Longa. Penachos de humo salían de las cumbreras de las cabañas, algún perro ladraba. Lo demás era inmovilidad y silencio, espesas sombras.

- Ojalá Énule encuentre en buen estado de salud a mi hija – dijo Númitor –. Hasta que no avance el día no podrá ir a verla.

- La selva que han de atravesar es casi impracticable, sí. Hay que esperar a que haya luz suficiente – respondió Adriana. Y tras una pausa, añadió:

- ¿Puedo saber qué piensas decirle al rey Amulio? ¿Has encontrado nuevas razones para convencerlo de la inocencia de Rea o del beneficio de perdonarla?
Negó Númitor con la cabeza. No había más argumentos que los ya expuestos. Y ambos sabían que una roca era más blanda que el corazón de Amulio. Nada lo conmovería. Así pues, la última esperanza de Númitor era conseguir que hubiera testigos imparciales del nacimiento de los gemelos, demostrando así que Rea Silvia no había mentido al reclamar la paternidad de Marte. Le pareció a Adriana una buena idea.

Confiados en las posibilidades de éxito de esta nueva petición, llegaron a la cabaña real y solicitaron audiencia con el monarca. Ignoraban ¡ay! que en ese mismo momento los secuaces de Amulio habían salido ya del bosque de Silana con su presa y, tomando el camino de Alba Longa, se disponían a llevar a los recién nacidos a la presencia del rey.


También el amanecer era sombrío en la colina del Palatino. Acca Larentia no podía arrancarse del corazón el dolor por su hijo muerto. Había vivido apenas unas horas, pero lo había llevado en su vientre muchas lunas, era carne suya, lo amaba desde antes de nacer. Un velo de tristeza había descendido sobre ella, siempre animosa. No volvería a ser madre, era ya vieja para arriesgarse otra vez, su cuerpo no resistiría un parto más.

Fáustulo se había marchado a sus quehaceres cuando ella salió de la cabaña, al primer claror, e hizo una ofrenda de leche ante la tumba de su hijo, junto al umbral de la puerta. El valle de Murcia estaba aún sumido en la oscuridad y apenas se distinguían los contornos de la colina del Aventino, allí frente a su casa. Subía con fuerza, en cambio, el fragor del Tíber, mas aquietado que los días precedentes pero todavía fluyendo fuera de su cauce, hinchado de fango y agua, enseñoreado de los valles y los llanos circundantes.

Acca no se sentía con fuerzas para descender por la escalera de Caco hasta el nivel de la inundación, mas no deseaba faltar a su cita cotidiana con el río. El mismo día en que había sido violada por esas bestias llamadas Prátex y Catión, le había prometido al padre Tíber ofrendarle diariamente un poco de vino puro a cambio de que él la ayudara a vengarse.
El parto le había impedido cumplirlo en las dos últimas jornadas. Era momento de reanudar sus ofrendas. Así pues, cogió una medida de vino, se envolvió en su manto de pieles y se encaminó despacio hacia el precipicio que se abría al final de la explanada trasera de su cabaña. Bona y su cachorro Seius la seguían.
- Padre Tíber – dijo en voz alta, asomándose al borde –. A ti, que cuando estás airado no tienes clemencia con humanos ni animales ni plantas ni duras piedras; a ti, dador de muerte y de vida yo, Acca Larentia, te invoco. Acepta el vino que te ofrezco. No olvides que espero de ti venganza por el daño sufrido; una venganza tan furibunda como estás tú ahora mismo, pues a causa de los golpes que Prátex y Catión, aquellos hombres viles, me infligieron, ha muerto mi hijo recién nacido. No haya para ellos compasión ni perdón.

Y con estas palabras derramó el vino desde lo alto del precipicio. Sus gotas rojas salpicaron las piedras y cayeron allá abajo, sobre el agua aún tumultuosa que se adentraba en los valles. Un instante de silencio guardó el río para indicar que había aceptado la ofrenda.

* Las fotografías de cerámica y metal están tomadas en Ferrara, en el palacio Costabili (siglo XV) sede del Museo Arqueológico Nacional, pertenecen a la colección de la ciudad etrusca de Spina, en el territorio ferrarese, que existió entre los siglos IV y I a.C. Las pinturas murales son del siglo XV.
** Las fotos de esculturas están tomadas en el cementerio de La Certosa, Ferrara. Todas están sacadas por mí.

29 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Marte no consentirá que los mortales hagan daño a sus hijos.

Cayetano dijo...

Los agravios y maldades de los dos sicarios se acumulan. ¿Llegará a tiempo Marte para detener a los asesinos? Si eso no ocurre cambiará la historia.
Un saludo.

Dolors Jimeno dijo...

A pesar de todo el suspense que nos dejas, tengo la esperanza que, con todas las divinidades a favor, pronto dejemos de sufrir.
D.

Isabel Barceló Chico dijo...

Saludos, mariajesusparadela, esperemos que Marte esté ahí: ya que no ha ayudado demasiado a Rea Silvia, que eche una mano al menos a sus hijos... Besitos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola cayetano, la historia ya no puede cambiar, porque está escrita. Aunque, oye, tampoco sería tan rato que se reescribiera, como parece que se hace contínuamente... Besitos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola dolors jimeno, ¡espero mantener el suspense hasta el final...! Besotes.

GABU dijo...

Ay!!!
Amiga,cuánto suspenso en este relato que entrelaza varias historias,ante los mismos criminales!!!

P.D.:Yo confío en que el cosmos entero se confabulará para que se haga justicia... :)

BESITOS AFECTUOSOS ISA QUERIDA =)

virgi dijo...

Aún sabiendo lo que todo el mundo sabe y la Historia nos ha contado, no me importaría que, gracias a tu mano prodigiosa, hubiera un giro y nos sorprendieras.
Lo espero, sí.
Fascinante un día sí y otro también.

Dilaida dijo...

Si, sería bueno que tú pudieras cambiar lo que ya está escrito, que Marte, el todo poderoso Marte, por una vez se hubiese mostrado distinto y como dios haber protegido a la que había llevado en el vientre a sus hijos.
Pero, ¿qué estoy diciendo?, en realidad sólo hizo lo que se esperaba de él, Rea había sido un instrumento que había ya cumplido su función.
Bicos

Elysa dijo...

Tremendo capítulo, amiga y realmente muy cruel. Se siente la angustia y la inquietud. Y ahora... ¿qué pasará?

Besitos

Natàlia Tàrraco dijo...

Sacudida por la profunda tristeza, yo Acca imploro justicia al caudaloso Padre Tiber. Furiosa, reclamo venganza por la muerte de mi tierno niño, ignorando las atrocidades que amenazan a Rea y a su doble prole, esta venganza justa debería caer sobre aquellos que a ella infaman y amenazan, los mismos feroces que a mi me insultaron, sea, que ocurra.

Isabel, en este capítulo suceden hechos que no por conocidos nos resultan menos dramáticos, tú los expones hasta emocionarme, me conmueven tus descripciones, los lugares, las diosas indignadas, me irrita que Marte no actue contundente, me subleva que el mal disponga sus nefastos planes.
¿Hasta cuándo esperaremos ansiosos el desenlace que ha de ser magistral?
Besitos a la espera.

dapazzi dijo...

Un maravilloso blog.
SERÉ ASIDUO VISITANTE.
SALUDOS.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Se cumple el mal designio y quedo destrozada con el rapto de mis hijos. La desolación es la dueña de mi espíritu y no existe nada que me consuele, aun cuando sé que Marte protegerá a los gemelos.
El dolor de una madre privada de sus hijos es demasiado grande, demasiado inefable. Hoy no puedo pensar con claridad, quizá más adelante, cuando sepa que mis hijos viven y están en buenas manos. Lo que sí distingo con claridad es que no pararé hasta saber que están a salvo.
Un abrazo, Isabel, que los gemelos ya van camino de su destino.

África dijo...

Coñe, aunque sabíamos que era inevitable, a mi me ha dao un bajón...
Me he subido al carro de los deseos de Acca y he derramado vino con ella. Al menos algo de justicia!
Ayyy, pobre Rea y esos niñitos...
:(


Besos

Anónimo dijo...

Muchas lunas...
La ofrenda al Tíber es preciosa, seguro vino rojo rojo sobre las aguas.
Besos

RGAlmazán dijo...

Bueno, aquí estoy esperando que me traigan a esos hijos malnacidos de mi sobrina. Ha llegado el momento, tanto ella como los pequeños no vivirán por mucho tiempo. Mi espada caerá sobre ellos.
Rey Amulio

Querida guionista, nos mantienes en vilo. Un beso

Salud y República

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola gabu, también yo confío en las fuerzas sobrenaturales para que los criminales no se salgan con la suya. Tendremos que aprender de nuevo a dirigirnos a ellas y aplacarlas... Besitos, querida amiga.

Hola virgi, hay cosas que necesariamente deben acontecer... ¿Habrían sido los gemelos unos héroes si antes no lo hubiera sido su madre? La condición heróica es femenina... Besazos, guapa.

Isabel Barceló Chico dijo...

Saludos, dialida, aunque a veces me entran tentaciones de hacer que Marte intervenga en favor de Rea Silvia, logro retenerme. Son las divinidades femeninas quienes la protegen, porque Marte, como tú señalas, ha hecho de ella un mero instrumento. Así que no, no haremos que Marte parezca mejor de lo que fue... Un abrazo muy fuerte, querida amiga.

Hola elysa, no puedo imaginar que ocurriera de otra manera esta escena, pues la violencia de arrancar los hijos a una madre es tan grande... ¿Qué no haría y diría ella? ¿De qué otra manera podría oponerse? Son unos desalmados. Y esperemo que encuentren alguna clase de justicia. Besos, querida amiga.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola natalia tarràco/Acca Larentia, el dolor que siente la madre es muy profundo, y seguramente piensa que lo único que puede consolarla o compensarla un poco es que los infames Prátex y Catión paguen por el daño que le han hecho.
El padre Tíber, sin embargo, es sabio: sabe que hay otras compensaciones mejores que la venganza, más positivas, y si ha guardado silencio durante un momento para indicar a Acca que la ha escuchado, hay que confiar en él.
Por otra parte, y como suele decirse, "la venganza es un plato que se come frío". A veces, es preciso esperar.
Un abrazo, querida amiga.

Hola dapazzi, (¡qué nombre de apariencia tan italiana!)sé bienvenido. Espero que nos acompañes durante mucho tiempo... Saludos cordiales.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola isabel martínez barquero/Rea Silvia, desde luego que has quedado destrozada por la pérdida de tus hijos porque habías abrigado la esperanza de salvarlos... No creo que haya para una madre un dolor mayor. Más todavía cuando quienes ordenan ese rapto son personas que la odian con todas sus fuerzas y ella lo sabe... Pero, a estas alturas, ¿vamos a dudar de su fortaleza?
Un abrazo, querida amiga.

Hola áfrica, también yo derramo vino sobre el Tíber, que nos escuche, que nos oiga, que responda lo que queremos oír... Un abrazo, guapa.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola mita, vino rojo, bien rojo... ¡Cuánta sangre bebió el Tíber! Un abrazo, querida amiga.

Bueno RGAlmazán, dentro de poco te frotarás las manos pensando que has conseguido vengarte... Pero, como dijo la adivina Celia, el destino siempre se cumple. Besazos.

Dyhego dijo...

Lo cuentas con tanto esmero, Isabel, que se queda uno prendado.
Salu2.

elena clásica dijo...

He aquí la magia, la técnica narrativa: me da a mí que el Padre Tíber va a ser quien una acontecimientos pasados y presentes y por fin esos matones de Prátex y Catión van a vérselas muy mal, pero muy mal, muy mal, espero que sea la oportunidad para Rea Silvia y Tuccia, que no tienen descanso.

Así, no podía ser de otra manera que la ninfa Silana esté ardiente de espanto y cólera, profanando su sagrado bosque esta gente mezquina y asesina. Ahí donde se gestó la estirpe de Marte, encinas sagradas que esconden la fuente viva de la ninfa, no permitáis tal ultraje.

Se precipitan los acontecimientos y estando al límite, no nos queda otra que saalir adelante, ahora o nunca. A Silana la tenemos de nuestra parte, eso sí me consta. Muy bella la naturaleza doliente que propician las otras diosas y sus prodigios. Vamos, que de aquí tiene que salir alguna alternativa, que así sea, así te invoco ninfa Silana.

Precioso y emblemático episodio. Qué emoción fundar nuevamente.
Un abrazo, querida Isabel.

Ccasconm dijo...

No me gustaría que ahora se salieran con la suya, con lo que ha costado que los gemelos vinieran a este mundo,. ¿Será precisa la intervención divina a última hora? Espero que los personajes puedan arreglárselas solos antes de que los dioses tengan que intervenir de nuevo ante la inutilidad de los humanos.
Besos

Isabel Barceló Chico dijo...

Gracias por tus palabras, dyhego, siempre me animan. Besazos.

Hola elena clásica, coincido contigo en que el padre Tíber está llamado a unir lo que ahora está distante. Una distancia que es profunda: el paraje sacro de los montes albanos con su lago quieto y este otro salvaje por donde el agua pasa para no regresar; la ciudad, símbolo de civilización, y el campo áspero donde los pastores viven primitivamente; un Júpiter Lariaris entronizado frente a una Fauna y un Fauno que representan a la naturaleza en su estado primigenio. Y ese padre Tíber majestuoso, móvil, vivo y vivificante... Sí, sin duda Tíber jugará su papel.

En cuanto a Silana, hay que elogiar su prudencia, pues no se ha dejado llevar de la ira causando daños a terceros (como ocurrió con el pordiosero Alec), sino que se modera y comprende que su poder no es ilimitado, no alcanza a torcer el pulso del destino: es pues, mejor, esperar, seguir protegiendo a Rea Silvia.
Un abrazo muy fuerte, querida ninfa.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola carmenBéjar, los humanos y los dioses están tan estrechamente vinculados y unidos en esta etapa de la historia, que es imposible separarlos. Todo lo que rodea al ser humano tiene que ver con lo divino. Así que ocurrirá lo que ha determinado Destino para bien del mundo. Un abrazo muy fuerte.

Sahara dijo...

Qué triste es ver que la cobardía, contra las criaturas indefensas, es una costumbre muy antigua que nos acompaña desde los albores de la humanidad. Ahora bien, lo que me parece injustificable es que otra mujer participe en tamaño ultraje y ruindad. No me sorprende, al hilo de la historia que nos narras, tal actitud en Prátex o en Catión; pero al menos me queda el consuelo de tener la certeza de que la vida no se queda con nada de nadie. Tengo el convencimiento que tanto el padre Tíber, como la propia vida se cobrarán su tributo tarde o temprano.

Un fuerte abrazo, querida amiga.

María Antonia Moreno dijo...

Al fin he encontrado el momento para leer este capítulo como se merece, con sosiego y con tranquilidad, para saborear las palabras y los adjetivos, para sentir la firmeza en la ofrenda al Tíber, para sentir el dolor, la humillación, el amor y la belleza.
Tiene que haber esperanza... Un beso, querida.

fgiucich dijo...

Un relato que conmueve con la destreza de tu pluma, amiga. Abrazos.