(XVII)
La orfebre Valeria y su ayudante Aiara estaban llegando a la casa de las vestales cuando Palantea salía. El criado que se había quedado a cargo de su piara de cerdos hablaba en ese momento con otro siervo y no pudo impedir que tres o cuatro lechones corrieran al encuentro de su pastora. Con un trotecito torpe y atolondrado y gruñendo de alegría, se metieron entre las piernas de Aiara. Movió la muchacha los brazos tratando de no caerse, dio tres o cuatro traspiés, hizo varias piruetas y finalmente, sin saber cómo, consiguió recuperar el equilibrio.
Quienes estaban a su alrededor batieron palmas después de haberse divertido a su costa y la felicitaron. La propia afectada no pudo reprimir una sonrisa, porque se había visto con los huesos en tierra. Era un buen augurio: se había librado de un golpe prácticamente inevitable, y ni siquiera se le había caído al suelo el fardo que llevaba en una mano. De ahí arrancó su fama de buena artífice de amuletos y, lo que fue más importante en ese momento, le granjeó la confianza de Rea Silvia. Informada de lo ocurrido, la vestal interpretó este hecho insólito de una manera doblemente favorable: Aiara había conseguido con sus amuletos una protección muy eficaz y, además, era significativo que el prodigio se hubiera producido casi en el umbral de la casa de las vestales, justo cuando le traían sus encargos.
- Mostradme lo que traéis – les dijo de muy buen humor –. Empecemos por la fíbula de serpiente…
- Espero que te guste – respondió Valeria mientras la extraía de una tela de lana donde estaba envuelta –. Me he permitido una pequeña innovación.
Rea cogió la fíbula y la acercó a la luz de una lucerna. Era un trabajo muy delicado y bellísimo pues, a diferencia de la fíbula original, las escamas no se dibujaban con una línea grabada sobre el bronce, sino que se marcaban por su propio abultamiento. La luz, al incidir desde diferentes ángulos, las resaltaba con mayor o menor intensidad. Y la orfebre había tenido el acierto de hacer más grandes las escamas cerca de la cabeza y disminuir su tamaño hacia la cola. Parecía una serpiente real. Rea Silvia levantó los ojos y miró a Valeria.
- Es preciosa.
- ¿Has notado que pesa muy poco? – preguntó Valeria acercándosele y cogiéndola de manos de Rea. Le dio la vuelta a la fíbula.
- ¿Ves? Por detrás está hueca. Resulta mucho más ligera.
- Pero ¿es resistente? – dudó Rea.
- Desde luego. He experimentado mucho hasta conseguir esta aleación y el resultado es óptimo. No se dobla ni se rompe, te lo aseguro.
- Si no tienes inconveniente, ésta fíbula me la quedaré, pues la necesito. ¿Cuánto estarán las restantes?
Valeria empezó a explicarle las dificultades del proceso. Sin embargo, Rea había dejado de escucharla y daba vueltas a la fíbula. Valeria cesó sus explicaciones y se comprometió a hacerlas con la mayor rapidez.
- Que sea en dos días, por favor – dijo Rea –. En cuanto a la joya-amuleto, ¿habéis adelantado algo?
Habían avanzado, aunque no tenían sacada ninguna muestra. Así como lo común era llevar los amuletos en una bolsita de tejido o de piel, ellas pensaban hacer un recipiente metálico. En su interior se colocarían los amuletos y, una vez cerrado, ya no se podría abrir. Esto evitaría que pudiera perderse accidentalmente el contenido. Rea asintió con entusiasmo: le parecía una idea extraordinaria y era justo lo que necesitaba. En cuanto hubieran acabado las fíbulas, debían ponerse a trabajar con ese recipiente.
- Dime una cosa, Valeria – dijo de pronto, mientras ésta se disponía a sacar del fardo las demás cosas que traía –. ¿Podrías hacer una bola hueca y perforada por agujeritos? Sería para guardar algo dentro. Luego tendría que fijarse a un anillo ancho. ¿Lo ves factible?
- ¿Es para ti? – preguntó la orfebre.
- Sí, y lo necesitaría con mucha urgencia. Dentro de un par de días. No importa que no sea bello – y viendo la buena disposición de Valeria, añadió –. He de hacer una consulta y te lo confirmo esta tarde. Tómame la medida del aro, por favor.
A continuación, Aiara le mostró algunos amuletos adecuados para una novia: unas cuentas hechas de una piedra de color marrón brillante, que procuraban alegría. La alegría, afirmó, alarga la vida, la hace más fácil y es muy útil en la crianza de los hijos. Un testículo seco de castor favorecía la preñez y muchas mujeres lo colocaban, protegido por una bolsita de lana, debajo de la estera o de la piel del lecho. Pero el más interesante, a su parecer, eran los huesecillos de un pájaro llamado torcecuellos: propiciaba el amor, algo que todas las mujeres deseaban recibir de sus maridos.
Le gustaron las propuestas a Rea Silvia, así que encargó la confección de un collar para su prima colocando una cuenta de la piedra de la alegría por cada dos de otros colores, preferiblemente alegres. Y que en el centro le pusiera un aro de bronce del que debían colgar varios huesos de torcecuellos.
Con todo esto, se había hecho la hora de tomar algún bocado y Tuccia les llevó allí mismo un caldo de habas con sopas de torta de harina para que no se marcharan sin comer.
Quienes estaban a su alrededor batieron palmas después de haberse divertido a su costa y la felicitaron. La propia afectada no pudo reprimir una sonrisa, porque se había visto con los huesos en tierra. Era un buen augurio: se había librado de un golpe prácticamente inevitable, y ni siquiera se le había caído al suelo el fardo que llevaba en una mano. De ahí arrancó su fama de buena artífice de amuletos y, lo que fue más importante en ese momento, le granjeó la confianza de Rea Silvia. Informada de lo ocurrido, la vestal interpretó este hecho insólito de una manera doblemente favorable: Aiara había conseguido con sus amuletos una protección muy eficaz y, además, era significativo que el prodigio se hubiera producido casi en el umbral de la casa de las vestales, justo cuando le traían sus encargos.
- Mostradme lo que traéis – les dijo de muy buen humor –. Empecemos por la fíbula de serpiente…
- Espero que te guste – respondió Valeria mientras la extraía de una tela de lana donde estaba envuelta –. Me he permitido una pequeña innovación.
Rea cogió la fíbula y la acercó a la luz de una lucerna. Era un trabajo muy delicado y bellísimo pues, a diferencia de la fíbula original, las escamas no se dibujaban con una línea grabada sobre el bronce, sino que se marcaban por su propio abultamiento. La luz, al incidir desde diferentes ángulos, las resaltaba con mayor o menor intensidad. Y la orfebre había tenido el acierto de hacer más grandes las escamas cerca de la cabeza y disminuir su tamaño hacia la cola. Parecía una serpiente real. Rea Silvia levantó los ojos y miró a Valeria.
- Es preciosa.
- ¿Has notado que pesa muy poco? – preguntó Valeria acercándosele y cogiéndola de manos de Rea. Le dio la vuelta a la fíbula.
- ¿Ves? Por detrás está hueca. Resulta mucho más ligera.
- Pero ¿es resistente? – dudó Rea.
- Desde luego. He experimentado mucho hasta conseguir esta aleación y el resultado es óptimo. No se dobla ni se rompe, te lo aseguro.
- Si no tienes inconveniente, ésta fíbula me la quedaré, pues la necesito. ¿Cuánto estarán las restantes?
Valeria empezó a explicarle las dificultades del proceso. Sin embargo, Rea había dejado de escucharla y daba vueltas a la fíbula. Valeria cesó sus explicaciones y se comprometió a hacerlas con la mayor rapidez.
- Que sea en dos días, por favor – dijo Rea –. En cuanto a la joya-amuleto, ¿habéis adelantado algo?
Habían avanzado, aunque no tenían sacada ninguna muestra. Así como lo común era llevar los amuletos en una bolsita de tejido o de piel, ellas pensaban hacer un recipiente metálico. En su interior se colocarían los amuletos y, una vez cerrado, ya no se podría abrir. Esto evitaría que pudiera perderse accidentalmente el contenido. Rea asintió con entusiasmo: le parecía una idea extraordinaria y era justo lo que necesitaba. En cuanto hubieran acabado las fíbulas, debían ponerse a trabajar con ese recipiente.
- Dime una cosa, Valeria – dijo de pronto, mientras ésta se disponía a sacar del fardo las demás cosas que traía –. ¿Podrías hacer una bola hueca y perforada por agujeritos? Sería para guardar algo dentro. Luego tendría que fijarse a un anillo ancho. ¿Lo ves factible?
- ¿Es para ti? – preguntó la orfebre.
- Sí, y lo necesitaría con mucha urgencia. Dentro de un par de días. No importa que no sea bello – y viendo la buena disposición de Valeria, añadió –. He de hacer una consulta y te lo confirmo esta tarde. Tómame la medida del aro, por favor.
A continuación, Aiara le mostró algunos amuletos adecuados para una novia: unas cuentas hechas de una piedra de color marrón brillante, que procuraban alegría. La alegría, afirmó, alarga la vida, la hace más fácil y es muy útil en la crianza de los hijos. Un testículo seco de castor favorecía la preñez y muchas mujeres lo colocaban, protegido por una bolsita de lana, debajo de la estera o de la piel del lecho. Pero el más interesante, a su parecer, eran los huesecillos de un pájaro llamado torcecuellos: propiciaba el amor, algo que todas las mujeres deseaban recibir de sus maridos.
Le gustaron las propuestas a Rea Silvia, así que encargó la confección de un collar para su prima colocando una cuenta de la piedra de la alegría por cada dos de otros colores, preferiblemente alegres. Y que en el centro le pusiera un aro de bronce del que debían colgar varios huesos de torcecuellos.
Con todo esto, se había hecho la hora de tomar algún bocado y Tuccia les llevó allí mismo un caldo de habas con sopas de torta de harina para que no se marcharan sin comer.
- Necesitamos la mayor protección posible para Rea Silvia – dijo Camilia una vez explicada la situación –. Y creo que tú puedes hacer mucho en ese sentido. Uno de mis temores es que se le note la preñez.
- Divaida me ha expresado varias veces y de diferentes modos, su tutela a Rea Silvia. Fue ella quien me inspiró para lanzarle la maldición a Criseida. Con todo, pediré a la diosa un socorro especial para cuando Rea asista a la boda de Anto. Ese día, temprano, tendrás noticias mías.
Kritubis regresó a su cabaña y comenzó a tejer en su telar con movimientos rítmicos. Sus manos se movían con rapidez y agilidad, sin pausas, sin titubeos. Cuando llevaba un rato en esa tarea, se levantó y se dirigió a un rincón de la cabaña, donde una estera tapaba y protegía una pila de ropa. Rebuscó y extrajo la túnica clara que Rea Silvia llevaba puesta el día del asesinato de su hermano. Se la había quitado para ponerse una prenda vieja de Palantea y hacerse pasar por pastora. Los acontecimientos posteriores habían sido tan excepcionales, que ni Rea Silvia ni ninguna otra persona se acordaron de ir a recoger la túnica, y se había quedado allí.
Cuando esa noche oscureció por completo, salió del hogar prohibiéndole a Palantea que la siguiera. No llevaba luz, ni siquiera una antorcha. Se dirigió al claro que había detrás de su cabaña y observó el punto donde la luna iluminaba con más fuerza. Allí, sobre la hierba, extendió la túnica de Rea Silvia.
- “A ti te invoco, divina Luna; a ti te llamo, diosa Divaida. Reconoced a Rea Silvia en esta túnica. Hila hilos de luz, Luna; Divaida, devana vida. Doble semilla en Rea Silvia de luz y lana. Que nadie sepa, que nadie vea que esconde un fruto de Marte la mortal Rea.” Tres veces repitió la invocación y dejó expuesta la túnica a los rayos lunares hasta el alba.
A la noche siguiente, volvió al claro. Había cortado la túnica en tiras de un palmo de ancho. Las colocó en orden, cada una al lado de la otra, dejando la distancia de un dedo entre ellas, para que se viera que estaban separadas. Invocó a las diosas por seis veces y les pidió que reconociesen y amparasen la transformación de la túnica y de su protegida Rea.
La tercera noche había cosido las piezas formando una tira muy larga. La extendió en toda su longitud sobre la hierba, la roció con agua de la fuente del bosque sagrado de Silana utilizando una rama de mirto y convocó a las diosas, recitando nueve veces:
“Oculta, Luna. Ata, Divaida. Sujeta, tapa, envuelve, ata, oculta, Luna. Oculta, ata, envuelve, tapa, sujeta, Divaida. Señoras de la muerte, Luna y Divaida, Señoras de la vida. Que el ojo humano no vea lo que Rea Silvia ata y oculta.”
No pudo hacer nada más Kritubis. Pues ni las más altas diosas tienen poder para torcer el destino.
No pudo hacer nada más Kritubis. Pues ni las más altas diosas tienen poder para torcer el destino.
25 comentarios:
Una entrada fresca, alegre, esperanzadora, de unión de varias mujeres para conseguir un buen propósito. Una maravilla, Isabel.
D.
El saber ancestral en poder de las mujeres, la memoria de la vida dispuesta a proteger las vidas que vienen.
La cosa va por buen camino, me gusta, me gusta.
Te beso con dulzura.
Me encanta: todas aliadas para salvar a Rea Silvia. Seguro que vencerán. Tantas mujeres juntas, con un objetivo común, pueden conseguirlo todo. Las diosas se conjugan en femenino y no deben permanecer impasibles.
Un capítulo muy detallista con los aderezos, fíbulas y otros elementos de adorno y de protección. Con estas descripciones, aprendo mucho sobre las costumbres de la antigua Roma. Me ha gustado mucho la que describe los amuletos de las novias, qué bonito, sobre todo la piedra marrón para la alegría.
Y con alegría tras leerte te mando un fortísimo abrazo, querida Isabel.
Hola dolors, gracias por tu comentario, que es también de lo más refrescante. Ayuda mucho sentirse tan apoyada. Un abrazo.
Saludos, virgi. Las mujeres de la antiguedad sabían cosas que ya no sabemos nosotras... Qué lástima ¿no? Besazos.
Hola isaber martinez barquero, he de decirte que los amuletos eran tan abundantes que todo el mundo los llevaba. De esta época arcaica, cuando aún no se practicaba la escritura en el Lacio - de ahí que nuestro cronista hiciera una crónica oral -no se conocen muchas cosas, sólo lo que cuentan historiadores muy posteriores y también los datos que arroja la arqueología. Para concretar esos amuletos, me he inspirado en datos que existen del mundo griego y que no los citaban exactamente como amuletos, sino como remedios que se aplicaban de diferentes maneras. Me parecía que la magia o las prácticas curativas que se hacía en épocas ya más conocidas probablemente vendrían de unos conocimientos y tradiciones muy anteriores, de ahí que los utilice como base. En fin, me alegro de que te haya gustado este capítulo. Un abrazo muy fuerte y mucho ánimo, mi Rea.
Preciosas invocaciones. Las reuniones de mujeres, para proteger a mujeres tienen fuerza. Tu les dan fuerza. Y me encanta.
Estoy muy cansada, hoy ha sido un día duro, pero no podía irme a cama sin leer este capítulo y me ha encantado, ahora ya puedo ir a dormir
Bicos
La fortaleza unida, en oración, repetida tres veces, las Diosas han de escucharnos...su semejanza somos y en ellas confiamos, que Rea se protegida ante los ojos malvados.
Bellísimo capítulo Isabel, un placer leerlo!
Besos.
Un capítulo muy hermoso y optimista, Isabel, como comprenderás me ha entusiasmado verme reflejada en esa artífice de amuletos, me encanta ese papel y vamos a hacer entre todas las mujeres que Rea Silvia pueda salir sana y salva.
Gracias por tan buenos momentos, Isabel.
La invocación es absolutamente funcional. Permíteme que pueda usarla yo, acondicionada por supuesto, para mis ritos lunares : ) Respecto a la foto de la gata blanca... Yo tengo una igual llamada Jacinta. En esta ocasión me trajiste no solo recuerdos, sino maravillosas sensaciones : ) Gracias Isabel
Amuletos, fíbulas mágicas, exquisita orfebre esta Vañerio etrusca.
Querida Isabel, nunca está de más invocar a las fuerzas femeninas, Silvana dulcísima incluida, la Luna señora de la noche, gatuna bella y misteriosa. Que le sean propicias a nuestra Rea. Destino, sin embargo ya ha lanzado sus dados.
!Ave! Isabel, voy tirando con el portátil, besitos.
En efecto, ellas sabían cosas que ya no se saben, pero también sufrían otras que ya no se sufren.
Me han gustado tanto los comentarios como la entrada.
Me pillas casi haciendo la maleta. Me voy de este Madrid de los demonios, con este calor...
Me lo he pasado muy bien con este fragmento. Sobre todo me he divertido con los amuletos. Lo de los huesecillos de pájaro tiene un pase. Otros coleccionan brazos incorruptos de santos. Pero lo de los cataplines secos del castor eso ya tiene mucho mérito.
Veremos si los manejos e invocaciones de Kritubis sirven para algo.
Un saludo y que pases buen verano.
Ya podrán se tienen que aliar todas para salvar a la tonta Rea Silvia. Pero hemos de ver qué ocurre. Entre vestales, diosas y demás personal se disponen a que no se vea el ultraje que lleva dentro la interfecta. Veremos cómo sale el jueguecito.
Rey Amulio
Terminaré no sabiendo quién soy.
Besos.
Salud y República
Quien tuviera una amiga como Kritubism que te sacara de los atolladeros, sin olvidarme de Valeria que está atenta a todos los deseos de Rea S.
Las habas de Tuccia, con sopas de torta de haria estarian supremas.
BSS.
Las mujeres del relato se unen para defender a Rea Silvia en un bello acto de amor (bueno, algunas mujeres porque otras son las malas de la película, jejej)
Me gusta el detalle que le has dado a mi personaje de buena tejedora, como eran las bejaranas de otro tiempo dedicadas al textil. Aunque he de decirte que el tejido del paño solía estar reservado a los hombres, pero no por ser un trabajo duro, sino más bien por ser uno de los más prestigiosos de todo el proceso textil.
Besazos
Un agradable relato, que corta, en cierta manera la intriga y nos regala la frescura de tu prosa. Abrazos.
Salve, Luna! Salve Divaida! ¡Señoras de la muerte, Señoras de la vida!
Que el agua sagrada de mi fuente,
que la fuente sagrada de mi bosque,
os sean propicias
y generosas me ayudéis a proteger a mi niña Rea Silvia, la que me ha ofrecido rituales, la que quemó incienso en mi honor, la que me dedicó tantas plegarias al lado de su amiga Palantea, la de la dulce música.
Que vuestros cuidados se extiendan hacia la ingenua pastora y la piadosa Kritubis que así os invoca.
Que unida, a vosotras, diosas de la noche, mi poder de ninfa se extienda al vientre de Rea Silvia, y proteja su divina descendencia.
Que el corazón de Rea Silvia pueda latir con la serenidad que necesita en su estado y que los cariñosos lazos familiares se entrelacen en su vida como la túnica hecha cordón que con mi agua yo he regado.
¡Sea!
Un capitulo lleno de cosas bellas...la ternura de unos lechones corriendo hacia su ama, la sonrisa de quien ha estado a punto de sufrir un percance pero lo ha esquivado, las maravillosas piezas de orfebrería, los amuletos, la túnica olvidada de una princesa, la luna, las invocaciones en favor y defensa de la inocencia...
Un verdadero deleite leer algo tan hermoso, aunque en nosotros viva el desasosiego de no saber que va a ocurrir. Creo que la boda de Anto es una de esas a las que todos desearíamos estar invitados, pues promete ser de lo más...¿intrigante?
Un beso Isabel y acuérdate de disfrutar del veranitoooooo....jeje...
Una artesana habil, con los metales, para no caerse y para hacer objetos bellos. Y me gusto la descripcion de los rituales secretos de la poco parlanchia Kritubis, que se me hacen han de ser de lo mas efectivos.
Divaida esta preciosa en la imagen.... (corazon de madre)
Hay personas que creen que el destino es como un río que fluye en una sola dirección...
P.D.:Sólo aquel que le haya visto la cara al tiempo sabe que el destino es como un océano en la tormenta...
BESITOS PROFUNDOS AMIGA =)
Me encantan esas cosas. Los amuletos, las fístulas, los rituales...
Sabes, ya quiero que llegue la boda! Estoy en ascuas.
XD
Un beso
Bueno, esto es un momento de paz, entre todos los azares que vienen ocurriendo.
Como siempre, grácil y fresca, esa prosa tuya, como agua cristalina del río de la vida.
Besos y abrazos.
La marea de sus preocupaciones, el crecer de su vientre, la tenue luz que disimula y difumina... y todo con una única cara, siempre atenta. Quizás mi amiga luna no pueda cambiar el destino pero su presencia inspira, mueve para que todo cambie entre sombras. Qué buena aliada!
Magnífico como siempre, Isabel. Canto a la esperanza. Que pases buenas vacaciones que los que enseñan se lo merecen muchiiisimooo.
Besos, Carmen.
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