domingo, junio 12, 2011

LA EDAD DE ORO


El rey Evandro entonces, el que puso
el fundamento del romano alcázar,
“Indígenas” – le dijo – “de estas selvas
fueron Faunos y Ninfas, y un linaje
de hombres nacidos de los duros robles,
sin usos ni cultura, sin yugadas,
sin hacienda de acopio, sin ahorros,
sin más sustento que silvestres frutas
y el botín de la caza. Pero un día,
no resistiendo la agresión de Júpiter,
bajó Saturno del etéreo Olimpo
prófugo y destronado. Él a estos hombres
cerriles y en las selvas remontados
fue quien redujo a leyes el primero;
llamó a su tierra “Lacio” porque en ella
latente estuvo, a salvo en su retiro.
En tiempo de este rey fue el siglo de oro,
siglo de orden y paz para sus gentes;
pero muy pronto, su color perdiendo,
degeneró en un tiempo envilecido
por el furor guerrero la codicia.

VIRGILIO.- La Eneida.- Libro VIII


Traducción de Aurelio Espinosa Pólit


NOTA 1: Así, descendientes de ninfas y de faunos, fueron los personajes de nuestra novela sobre la fundación de Roma. Les enseñó la agricultura y la cultura el dios Saturno. En ellos nos reconocemos...


*Foto de Rafa Lillo.

14 comentarios:

fgiucich dijo...

Con Virgilio de regalo, aquí esperando el capítulo XII. Abrazos.

virgi dijo...

Y yo siempre aprendiendo contigo.
Besitos, apreciada Isabel.

Isabel Barceló Chico dijo...

Mañana lo cuelgo, fgiucich. Es que a veces se complica la semana y me resulta imposible seguir las previsiones con el nivel de calidad que me gustaría... Un abrazo.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola virgi, la maestra verdadera eres tú, no te quepa duda. Hay desde tiempos muy antiguos ese recuerdo de una etapa en que no existían guerras y las relaciones entre hombres y mujeres no era de dominación, sino de mutuo respeto y cooperación. Besazos, guapa.

Elysa dijo...

No te preocupes, Isabel. Este intermedio tambien es bienvenido, nada menos que La Eneida.

Besos, amiga

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amiga Isabel,

Ahí va el texto Latino, de la Bibliotheca Augustana, por si a alguien le interesa.

Un abrazo,

Antonio

Tum rex Euandrus Romanae conditor arcis:
«haec nemora indigenae Fauni Nymphaeque tenebant
gensque uirum truncis et duro robore nata,
quis neque mos neque cultus erat, nec iungere tauros
aut componere opes norant aut parcere parto,
sed rami atque asper uictu uenatus alebat.
Primus ab aetherio uenit Saturnus Olympo
arma Iouis fugiens et regnis exsul ademptis.
Is genus indocile ac dispersum montibus altis
composuit legesque dedit, Latiumque uocari
maluit, his quoniam latuisset tutus in oris.
Aurea quae perhibent illo sub rege fuere
saecula: sic placida populos in pace regebat,
Deterior donec paulatim ac decolor aetas
et belli rabies et amor successit habendi.

(Vergilius, Aeneis, VIII, 313-327)

Isabel Martínez Barquero dijo...

Mala cosa la codicia. Donde ella aparece, desaparece la paz.
Un abrazo fraterno con Virgilio a nuestra vera.

La Dame Masquée dijo...

Madame, no se preocupe, sabemos esperar cuando la recompensa merece la pena, y en especial si nos deja usted mientras tanto en compañía de Virgilio.

Buenas noches

Bisous

Dilaida dijo...

Un estupendo intermedio con Virgilio.
Bicos

Alejandra Sotelo Faderland dijo...

Con la traduccion nomas yo estaba hecha, porque de latin nada....
Por mas que el poder incline la balanza aun de los poetas con su mecenazgo, la verdad que Virgilio queda ya muy 'absorbe calcetines' (por no decir chupamedias en un sitio de tal nivel y porque ademas en esa epoca no se usaban) porque ya no encuentra con que mas dios o algo parecido emparentar.
Pobre hombre, las presiones que habra tenido para bajar a toda la fauna terreste a Tierra y poner la historia acorde a su protector!

Cayetano dijo...

Parece una maldición histórica, pero es frecuente que ocurra que tras una época de paz y prosperidad, todo se tuerza y vengan días malos de guerra, hambre y dolor.
Un saludo.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Un placer pasarme de nuevo por aqui, querida Isabel. Y si, coincido con lo que te han dicho por ahi arriba: mala cosa la codicia.

un abrazo.

Ccasconm dijo...

Los hombres siempre destruimos todo lo que poseemos. De una de oro y paz pasamos a años de guerra y sufrimiento y todo por la codicia, el poder y el dinero. En fin... no tenemos remedio.

Besos

elena clásica dijo...

Querida Isabel:

Parece ser común a las mitologías el recuerdo de una edad de oro, siglo de orden y paz, que termina siendo quebrantado y degenera en su contrario.
Que los índigenas de la fundación de Roma fueran faunos y ninfas es un hallazgo hermoso y evocador. Sí, a veces, cuando nos tornamos intensamente alados, en ellos nos reconocemos.

Me vino a la cabeza el famoso capítulo de "El Quijote" de la Edad de Oro, que a su modo llega a crear una mitología propia:

"Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre; que ella sin ser forzada ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra, y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado."

"Las hermosas zagalejas en trenza y cabello", jaja, qué tiempos...

Besazos.