lunes, febrero 18, 2013

A LAS PUERTAS DEL DÍA



Remo se incorporó para sentarse, reavivó el fuego añadiendo un leño al hogar y permaneció sentado con la mirada fija en el fuego mientras sus amigos Fabios seguían durmiendo tendidos sobre las esteras y tapados con pieles. Recostado junto a él, con el hocico apoyado en sus piernas y los ojos cerrados, Seius también parecía dormir. De vez en cuando Remo lo miraba y le acariciaba el pelo entre los ojos. Era su mejor compañero. Siempre a su lado, obedecía todas sus órdenes, no se arredraba ante ningún peligro y estaba dispuesto a defenderlo con su vida. Era digno hijo de su padre, el viejo Seius protector de su infancia.
Cuando él y su hermano eran pequeños, su madre les contaba con frecuencia que, cuando nacieron, sólo Bona y su cachorro Seius estaban con ella. Apenas lo limpió a él y, envuelto en las fajas, lo depositó en el suelo, Seius se sentó a su lado y ya no se movió. Acca Larentia se reía al recordarlo pues, siendo tan iguales como dos gotas de leche, Fáustulo y ella sabían quién era cada uno precisamente por los perros: el custodiado por Bona era Rómulo, mientras él siempre tenía a su lado a Seius. Al hacerse viejos los perros, su hermano y él eligieron a dos cachorros de la última camada, les pusieron los mismos nombres, y los incorporaron a sus juegos convirtiéndolos en compañeros inseparables. Así, cuando la muerte se llevó a sus primeros y fieles guardianes, sus descendientes siguieron protegiéndolos y compartiendo sus vicisitudes.
Con la mano izquierda, Remo se cogió la bulla que le colgaba del cuello con un cordón de lana. Se la habían puesto al nacer, como a todas las criaturas, para defenderlo del mal de ojo, las enfermedades, las mordeduras de serpiente, los espíritus malignos y cuantos peligros amenazan la vida de un niño. Para hacerla más resistente, en lugar de una bolsita de cuero sus padres habían utilizado un pequeño recipiente de bronce, donde los amuletos no corrían el peligro de extraviarse y dejarlo desprotegido. Tenía ya muchas ganas de quitársela. Dentro de pocas jornadas, cuando terminara su iniciación, se despojaría de ella y la depositaría como ofrenda al dios Quirino. Esa sería la señal de haber alcanzado la edad adulta y podría casarse. Últimamente sólo pensaba en Flora. En tenerla cerca, hacerse amar por ella, convertirse a sus ojos en el hombre más bravo y animoso del mundo.
- A ti también te gusta Flora ¿verdad? – dijo en voz baja, acariciando al perro. Y Seius, sin abrir los ojos, respondió con un hondo suspiro, como si hubiera entendido la pregunta.
¿Por qué no habría ido Flora a la fuente el día anterior? Ni siquiera cuando el frío formaba una capa de hielo sobre la superficie del estanque dejaba ella de acudir a llenar su vasija. En esta época del año, con noches interminables y días tan cortos, todo el mundo, salvo los ancianos, aprovechaba cualquier pretexto para salir de las cabañas. ¿Estaría enferma? Se casaría con ella enseguida y entonces no le importaría nada pasarse el día entero dentro de la casa. Era preciosa. Y la abrazaría tan fuerte y tanto rato que no la dejaría ni echar las coles al puchero. ¿Qué importaba no comer sopa, si el amor y la alegría son el mejor alimento? Debía pensar en dónde construirse una cabaña. Hablaría con su hermano Urco, quizá le convendría levantarla al lado de la suya.
O mejor, podrían instalarse en la colina Velia, a un paso del Palatino. En la Velia vivía la familia de sus amigos Fabios y estaría cerca de ellos. Se encontraba más a gusto con Bruto y Sexto Fabio que con otros jóvenes pues, además de ser infatigables como bueyes, eran valientes y no se plegaban a las normas ni a los mandatos de nadie. Salvo a los impuestos por él.
En cambio, su hermano Rómulo siempre encontraba algún motivo para no seguirlo y actuar a su manera. No le obedecía pese a que todo el mundo lo consideraba a él, Remo, el mayor de ambos. Delante de los Fabios le producía vergüenza que su propio gemelo encontrara mil excusas para no traspasar la linde con el Aventino, como cuando eran chicos y sus padres, en especial su madre, se ponía como una furia si los veía acercarse solo un poco. Tener a un cobarde en la familia era un deshonor. Ya podía espabilarse Rómulo, porque él no volvería a defenderlo de las burlas de los Fabios. Menos aun después de lo ocurrido la noche pasada. Recordar a Gordio Quintili imitando sus gestos y haciendo mofa de él, lo encendía de cólera. ¡Se creería muy valiente ese, que además seguía a Rómulo como un tonto! Tal humillación no se la iba a perdonar ni a Rómulo ni a los Quintili. Se resarciría a la menor oportunidad. Lo juraba por Fauno. Que el dios le castigase con las más espantosas pesadillas si de su venganza no se enteraba hasta el último habitante de las riberas del Tíber.
  


El carro del sol asomó por el horizonte e iluminó con un aura rosada la mansión del dios Jano, al otro lado del Tíber. Desde sus altas moradas el dios de dioses, rodeado de árboles y espesos matorrales, contemplaba el mundo, el tiempo pasado y el que habría de venir y gozaba viendo a su numerosa prole. De la hermosísima ninfa de los bosques Camasena, había concebido a dos ninfas, Camese y Clístene, y a Tiberino, dios del río cuyo curso discurría a sus pies; de sus amores con Venilia eran fruto la diosa Carna, quien velaba por los recién nacidos, y la enamorada Canente, cuyo canto estremecía de dolor el corazón y agitaba las cañas en las riberas del Tíber; de Juturna, ninfa y señora de la fuente más salutífera y pura, le había nacido su hijo Fons, quien gobernaba con mano benévola los frescos manantiales y las corrientes de agua. Y así, toda la progenie de Jano era benéfica, generaba vida como su propio padre había generado a todos los dioses y todas las cosas.
Con su doble rostro, Jano veía cuanto tenía delante y cuanto se hallaba detrás; protegía los movimientos de quienes andaban de un lado a otro, de adentro a afuera y de fuera a adentro y así custodiaba las puertas de las murallas y las de las casas; ningún viajero se pondría en camino sin encomendarse a él pidiéndole protección tanto para su salida como para su retorno; no se emprendía un negocio ni público ni privado sin invocarlo antes. También sobre el tiempo gobernaba, pues él decidía abrir las puertas al día y cerrarlas al anochecer; veía pasar las estaciones y decidía cuándo terminaba un año y empezaba el siguiente. Todos los pasajes eran de su incumbencia, tanto los arcos y los pasadizos cubiertos como el tránsito de unas etapas a otras de la vida humana, de la incultura a la civilización.
A este dios poderoso se disponían a invocar Fáustulo, el mayoral de los rebaños del rey Amulio, y su esposa Acca Larentia aquella mañana, al despuntar el alba. Tras dos noches de profunda inquietud, Acca había contado a Fáustulo lo sucedido: el presagio pronunciado por su hija Fausta y la predicción de la anciana Elia, advirtiéndola de un grave peligro para Remo y Rómulo. Alguien podía descubrir su secreto, tantos años y con tanto celo guardado. Pronto concluirían su periodo de iniciación. Estaban a punto de completar su pasaje a la edad adulta, un momento sumamente difícil pues todo cuanto les protegía durante la infancia habría de desaparecer: la bulla con sus amuletos, el refugio materno, la tutela de su padre. A partir de entonces afrontarían todas las dificultades por sí mismos, con sus propios medios y fuerzas, se convertirían en unos hombres más con los cuales podría contar su amo, el rey Amulio, para cualquier propósito. Era una etapa crucial.
Se dirigieron ambos esposos a la explanada trasera de su casa, llegaron al farallón rocoso y dirigieron su mirada hacia el Janículo, la colina del dios, cuyo perfil apenas iluminado se alzaba al otro lado del Tíber. A sus pies la corriente del río batía sonora contra las rocas del Palatino antes de cambiar su rumbo. Acca Larentia depositó sobre una piedra cóncava un par de brasas y las rodeó con cinco hojas de laurel. Fáustulo se cubrió la cabeza, se recogió un instante y luego, alzando ambos brazos en dirección a la mansión divina, pronunció su invocación:
“Oh inmortal Jano, dios creador, padre de los dioses y de los hombres, guardián de las puertas del día, yo te invoco. Tú separaste la luz de las tinieblas, tú diste la forma al mundo, tú vigilas ante ti y detrás de ti todo el acontecer humano. Tú das comienzo y fin al tiempo y a cuantas cosas transcurren en el tiempo. Ante ti me inclino y reclamo tu protección para mis hijos Remo y Rómulo. Tu propio hijo, el rubio Tíber, me los dio. Son por tanto, secretos hijos suyos, secretos nietos tuyos y nadie sino tú conoce su pasado. Sella tus labios, padre Jano. No concedas respuestas proféticas a quienes te pregunten, no reveles a nadie cuanto sabes de ellos. Mantén el secreto de sus orígenes. Acepta a cambio esta ofrenda de leche y miel”.
Diciendo esto, Fáustulo vertió miel y leche sobre las brasas. Un humo dulzón se alzó al punto mientras las ascuas crepitaban y parecían brillar más en lugar de apagarse. El fulgor rojizo y el olor de la miel quemada alcanzaron a Jano. El dios escuchó compasivamente las palabras del viejo pastor, mas no movió ni un ápice su doble cabeza. Lo que había de suceder, lo conocía él desde el inicio de los tiempos. Por tal motivo, para disfrutar de un mirador privilegiado desde el cual contemplar el nacimiento y el devenir de una nueva era, había elegido la cumbre esa colina para instalar su morada.
Jano protegería a los gemelos, sí. Debían cumplir aquello decidido por el hado. 

NOTA: Éste ha sido el capítulo 6 de la novela de Remo y Rómulo. El resto pueden leerse en la etiqueta "Remo y Rómulo".
*Las fotos son de Isabel Barceló y de Rafa Lillo.

33 comentarios:

Unknown dijo...

¿Habrá cierta consonancia implícita entre los gemelos y Jano, el de las dos caras?

mariajesusparadela dijo...

Sigue pronto, no me hagas esperar, por favor.

Bertha dijo...

A ver: si cumplieron lo decidido por el hado...Isabel: esto esta a punto de caramelo o miel: no nos dejes sufrir mucho...

Besos.

Charles de Batz dijo...

Menuda crueldad la de estos dioses: "Lo que había de suceder, lo conocía él desde el inicio de los tiempos." y para verlo, se instala en la mejor colina de las que rodean la ciudad. Nosotros que no lo tenemos claro, aguardaremos a este lado de la pantalla.

Salud

Charles de Batz dijo...
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Charles de Batz dijo...
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África dijo...

Miedito me da ese paso hacia la independencia y la edad adulta. Yo no soy diosa, pero puedo oler ya que algo sucederá y no será precisamente algo fácil para los gemelos.
Y a pesar de esas diferencias entre ellos, serán uno cuando sea preciso.
Ay Remo...qué ganitas de Flora tiene, jajaja!


Un beso

María Antonia Moreno dijo...

Me encandilan estas reflexiones de enamorado jovenzuelo y machito bravucón. Por contra ( o poara complementar el sentimiento) me enternecen esos padres que van a hacer ofrendas para salvaguardar a sus hijos... Enganchadita a tu Fundación, sndo. Un besote

Clarice Baricco dijo...

Qué lindo texto. Me dio nostalgia.
Abrazos.

Dolors Jimeno dijo...

Muy bonito, Isabel. Un capítulo precioso. Te agradezco mucho las explicaciones sobre Jano, así podemos entender mejor las devociones. Me ha gustado mucho.

Cayetano dijo...

Que Jano proteja a los gemelos. Se van haciendo mayores y pronto tendrán que tomar las riendas de su destino.
Un saludo.

Cayetano dijo...

Que Jano proteja a los gemelos. Se van haciendo mayores y pronto tendrán que tomar las riendas de su destino.
Un saludo.

Freia dijo...

¡Ay, Remo, cuantas complicaciones te va a traer tu enamoramiento de Flora! A ti y a otros...
Y como dice, Monsieur de Batz, ¡qué crueles son los dioses!
Esperando ya impaciente el capítulo del jueves.

Un beso muy fuerte, Romana.
PS ¿Qué tal fue la presentación del libro de Isabel?

La Dame Masquée dijo...

Me encantan estas apariciones de los dioses. Hoy ha brillado Jano, pero no sé si fiarme de un dios con dos caras!

Feliz día

Bisous

Hyperion dijo...

Hablar de quien guarda secretos, contar del que da inicio a los tiempos, contemplar mientras miro el pasado y el futuro con los rayos del sol naciente que iluminan un rostro y el otro al ponerse el sol. Siempre ante mi, guardián sin espalda. Contigo al fin no sólo veo y conozco sino que puedo revivir y sentir. Desde lo alto del Gianicolo bajo a pasear contigo en las orillas de mi Tíber, del tiempo, disfrutando de la miel y leche de tu contar. Contigo.

Natàlia Tàrraco dijo...

Amiga, me emociona este momento en la vida de mis jóvenes hijos, a un paso de convertirse en hombres, tan pronto...En medio de la natura que casi veo y siento, ruego junto a mi esposo por los dos muchachos que considero hijos, así obra una madre y un padre, así llenos de incertidumbre, que los Hados nos sean propicios. Besito, que poco a poco recupero ánimos y te leo con creciente intriga.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Un capítulo precioso, querida Isabel. Lo he gozado, recreándome en todas esas costumbres que nos desvela tu sabia pluma, como la de los amuletos que llevaban colgados los jóvenes para evitar el mal de ojo. Son pequeños detalles de gran importancia, pues dan una sensación muy real al texto y permiten al lector imaginar cómo era la vida en aquellas épocas remotas.
Otro detalle que me parece encantador, aunque sea inventiva, es el de los perros, cómo por ellos distinguían a los gemelos sus padres adoptivos. Y también es hermoso que los chicos pusieran el mismo nombre a los descendientes caninos.
A Remo lo veo muy enamoriscado de Flora y no sé si le conviene con tan corta edad, pero ya se sabe que el amor no escucha a razones, así que permaneceré alerta.
En fin, que pronto se harán hombres y veremos cómo se guían en una tierra que está llena de peligros para ellos.
Un abrazo grandísimo, querida amiga.

PACO HIDALGO dijo...

Ambos los dos, con sus diferencias y paraceres encontrados, se van haciendo mayores y van llegando a esad edad donde el destino les tiene resrvado su cometido. El amor también aparece en la vida de ambos, especialmente en la de Remo con Flora. Espareremos acontecimientos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola maria luisa arnaiz, es una buena pregunta. Desde un punto de vista mitológico/legendario, no. He puesto esa foto porque me gusta y de algún modo Jano preside todo el capítulo. Un abrazo muy fuerte.

Hola mariajesusparadela, procuraré no hacerte esperar. Haré lo que pueda para que el próximo capítulo esté el jueves. Besazos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola bertha, del hado no escapa nadie. O al menos eso creían los antiguos. Lo veremos y, espero, lo viviremos juntas. Besos.

Hola charles de batz, Jano no es un dios cruel: sencillamente es el único que conoce el pasado y el futuro pero no puede intervenir en él. Es un elogio que escogiera como morada esa colina, pues desde allí podría ver "el tiempo y el espacio de Roma". Besazos, querido amigo.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola áfrica, ese tránsito hacia la edad adulta siempre ha sido difícil para quien lo realiza y angustioso para quienes lo contemplan. ¡A saber cómo lo harán nuestros gemelos! Besazos.

Hola maria antonia moreno, el amor hace presa en nuestro Remo. En cuanto a los padres, ellos saben que tienen motivos para la preocupación porque todos los padres, en todos los tiempos, tememos por nuestros hijos. Y ellos tienen además razones
ocultas... Un abrazo muy fuerte.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola clarice baricco ¿nostalgia de tu juventud, de esos amores que nos estremecían, de ese tiempo que vuela? Menos mal que tenemos estas historias para revivirlos. Besos, querida amiga.

Hola dolors jimeno, gracias por tus palabras siempre alentadoras. No de todos los dioses arcaicos se pueden decir tantas cosas como de Jano. Su culto perduró muchos siglos y, desde luego, no se iniciaba nada sin invocarlo a él el primero y a Vesta la última. Besazos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola cayetano: qué palabras tan equilibradas salen de tu boca cuando Remo te está metiendo el dedo en el ojo... Ay, querido, en la ficción estás mucho más enfadado. Besitos.

Hola freia, desde luego que el amor juvenil trae a veces algunas, o muchas, complicaciones. Veremos si Remo las sabe vencer... Besazos, condesita.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola la dame masquée, las dos caras siempre impresionan. Sin embargo, no tiene aquí un sentido de doblez. Jano es el señor del tiempo, de todo el tiempo y por eso es el único en conocer todo el pasado y todo el futuro. ¿No te suena de algo? Beso su mano, madame.

Querido hyperion, padre generoso y siempre dispuesto a tutelar, no he oído nunca una palabra contra tí, ni he escuchado quejas: más bien benevolencia y dulzura, por eso ha de gustarte la miel, los dátiles, los higos secos y por eso los obsequian el primer día del año para celebrarte, deseando que su dulzor se prolongue todo el año. Cuida con tu mirada paternal de nuestra Roma. Un abrazo.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola natalia tarraco, comprendo tu preocupación como madre generosa, como persona que intuye y sabe de los peligros del odio. Pero tu y tu esposo habéis cumplido vuestra misión al criarlos y educarlos. Serán luego los dioses quienes los pongan a prueba. Un abrazo y mejórate.

Saludos isabel martínez barquero, aunque la edad de los muchachos no es mucha, están a punto de cumplir los 16 años, cuando pasen la iniciación estarán en condiciones de casarse, pues se les considerará adultos. En aquellas épocas en que la esperanza de vida no era muy alta, los matrimonios se celebraban bastante pronto. Me alegra que te hayan gustado ese detalle de la bulla con los amuletos. Tiene también su importancia... Un abrazo muy fuerte.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola paco hidalgo, quienes teneis alumnos, como es tu caso, seguro que podeis reconocer esos afanes febriles en los adolescentes. Nuestros gemelos han crecido y ya es tiempo de que afronten el futuro.
Besazos.

A todos los que me habéis preguntado, quiero comentaros que la presentación del libro "Linaje oscuro" de Isabel Martínez Barquero fué fenomenal, el público se lo pasó muy bien escuchándola y con ganas de que regrese pronto. En su blog "El refugio de una desalmada" tiene ya puestas las fotos. Yo colgaré algunas en cuanto pueda. Besazos.

Dyhego dijo...

Siempre es un placer, Isabel.
Da gusto.
Vale.

Diana dijo...

Leer lo tuyo es un prinilegio

Isabel Barceló Chico dijo...

Gracias, dyhego. Me encanta que vengas. Besazos.


Hola Diana, gracias por tu visita y tus palabras. Besos.

RGAlmazán dijo...

Bueno, ya están los niños protegidos. Ahora vamos a ver cómo siguen su rumbo los dos gemelos tan diferentes.
Como siempre, querida, un placer leerte. Besos

Salud y República

elena clásica dijo...

Querida Isabel:

Este capítulo me ha encantado, si bien los gemelos nos tienen en ascuas y la preocupación de Acca Larentia es nuestra, la belleza del amanecer en la casa del dios Jano, así como la invocación de Acca Larentia han provocado un momento de arrebato en el ánimo. El aura rosada, la visión desde las altas moradas, la prole de Jano, su doble rostro, su poder, el rubio Tíber, descendencia del dios, ¡qué hermoso!
Contamos con su protección pero también con la historia y ello es perturbador, profundamente.

Voy, me encanta leer dos seguidos. Hasta ahora.

virgi dijo...

Acabo de aprender lo de "bulla". Me está saliendo muy fructífera esta mañana dedicada a los gemelos y sus andanzas.
Más besos

Elysa dijo...

Un capítulo precioso, Isabel y con Jano, tengo querencia por este dios.

Besitos