jueves, marzo 07, 2013

ESTALLA LA TORMENTA



 
Del norte llegaron negras nubes cuyo reflejo en el agua oscurecía la turbia faz del padre Tíber. Si ya durante el último mes del año el público se retiraba pronto, la aparición de los nubarrones con su amenaza de lluvia había anticipado la marcha y poco después del mediodía no quedaban muchas personas ni animales en la explanada junto al río. Remo y los Fabios merodeaban por los alrededores del bosque de mirto esperando el momento oportuno para robar las ovejas de Caius. Esperaban a que oscureciera más, pues para entonces todos lo pastores del Septimontium se habrían marchado. No querían recibir su ayuda, porque así el triunfo sería únicamente suyo, sin necesidad de compartirlo con otros, ni siquiera con los Quintili, a quienes no habían comunicado nada acerca de sus planes. Fingiendo disputar carreras y lanzando al aire sus bastones pasaban la tarde.


Por fin un manto de sombras cayó sobre las casi desiertas riberas del Tíber. Caius, el mayoral de los rebaños de Númitor, consideró llegado el momento de resarcirse de las ofensas sufridas en los últimos días. Rodeado por catorce o quince de sus pastores, se mantenía oculto en el camino de las salinas. Había apostado a algunos de sus hombres en el valle con las ovejas como señuelo, pero al resto les había ordenado dejar a buen recaudo los rebaños y estar listos para seguir sus órdenes.
- Escuchad - les dijo agrupándolos a su alrededor -. Esos muchachos del Palatino han traspasado el límite del valle tantas veces como les ha venido en gana, sin el menor respeto por los antiguos acuerdos de separación. Ya habéis visto al rubio fornido burlarse en nuestra propia cara exhibiéndose por todo el mercado con la piel de un cordero que él mismo nos robó. ¿Lo vamos consentir?
- ¡No! - gritaron todos, golpeándose repetidamente las palmas de las manos con sus propios cayados.
- ¡Les daremos un escarmiento! - dijo enardecido Caius -. Ahora están entretenidos observando las ovejas, quizá tengan planes de robarnos alguna. Pues bien, que las miren cuanto quieran. Entretanto, vosotros les destruiréis sus refugios junto a la cueva de Fauno. ¡Les vendrá muy bien pasarse la noche al raso para enfriar sus ganas de saquear rebaños ajenos!
- ¿Sólo eso? - preguntó uno con cierta desilusión en la voz.
- Eso será lo primero. Luego les daréis una lección sobre el uso de los cayados. Como no esperarán un ataque desde el Palatino, los sorprenderemos por la espalda. Y justo en ese momento lanzaremos un asalto desde aquí. Los tendremos rodeados. ¡A ver si entonces gallean tanto como ahora!
Aprobaron esos planes los pastores con gritos de júbilo. Caius designó a ocho de ellos para ir al Palatino y el resto se ocultó entre el Ara Máxima de Hércules y el camino de las salinas. Él mismo permaneció en aquel lugar alto acompañado de tres hombres.



Después de una jornada en soledad cazando liebres por las laderas del Palatino, Rómulo subió hasta la cumbre y dejó dos de las piezas ante el umbral de su madre. Golpeó suavemente la puerta como solía y comenzó a bajar por la escalera de Caco. El cielo amenazaba lluvia y el ambiente, opresivo, se había cargado de humedad. Estaba cerca del punto donde debía salirse de la escalera para ir a su refugio, cuando oyó unos susurros extraños. Se agazapó para no ser visto y permaneció quieto. Parecían varios hombres y, aunque no lograba entender sus palabras, por su sigilo dedujo que sus intenciones no eran pacíficas. Asomó la cabeza por entre las rocas y los vio: eran ocho y se deslizaban agachados hacia los refugios. Estaban ya a pocos pasos del suyo. Se trataba de un asalto, sin duda. Y pensó deprisa.
Lanzó una piedra contra la cabeza del último de ellos y le dio de lleno. El alarido que profirió el hombre hizo detenerse a sus compañeros y volverse para mirar atrás a tiempo de verlo desplomarse sobre el suelo. Aprovechó Rómulo ese instante de desconcierto y, dando un gran salto, cayó sobre la senda con las piernas flexionadas y en posición de ataque y les cortó la retirada mientras acompañaba esta acción con un grito agudo. Dos de los hombres se revolvieron hacia él para encararlo, en tanto los otros cinco se apresuraban a avanzar por el camino. Los Quintili estaban dentro de su refugio y al oír los gritos salieron a la carrera. Aun debieron volver a entrar para coger sus bastones. Cuando salieron, algunos de esos hombres alcanzaban el refugio de Remo y comenzaban a golpear sus muros de adobe con la empuñadura de sus cayados, mientras otros dos trataban de arrancar de la suya los haces de paja de la techumbre. Rómulo, en el camino, se enfrentaba a dos pastores avezados en la lucha a juzgar por cómo manejaban sus bastones.



El griterío junto a la cueva de Fauno pronto llegó hasta el valle. Bruto Fabio fue el primero de su grupo en oírlo, pero reconoció las voces de los Quintili y se desentendió. Justo en ese momento veían solos a dos pastores del Aventino con un hato de ovejas. Se hallaban conversando junto a unos matorrales al otro lado del límite prohibido, despreocupados del tiempo y de cuanto ocurriese a su alrededor. Remo consideró que era una buena ocasión para lanzarse contra ellos. A un grito suyo, corrieron los tres a la vez en dirección a los pastores. Éstos levantaron sus cayados y casi enseguida aparecieron a su lado tres o cuatro hombres más, armados con fuertes garrotes. El choque fue brutal: los golpes llovían por todas partes, gritos, aullidos, jadeos, maldiciones. Aun siendo cinco o seis hombres maduros contra los jóvenes, éstos no se arredraban: eran superiores en rapidez y resistencia, aun cuando los otros contaran con más práctica en peleas de ese jaez.
Las gotas de lluvia empezaron a caer sobre los contendientes. Primero débiles, luego ganaron fuerza e intensidad y pronto estaban todos calados hasta los huesos. Algunos pastores rezagados, en su mayoría habitantes del Palatino, al percatarse de la pelea se unieron a Remo y los Fabios. Esto redobló el furor de los muchachos, pues aún deseaban más singularizarse por su coraje. De pronto, uno de los pastores del Aventino, quizá al tropezar con una piedra, o por torcerse un pie o por cualquier otra causa cayó al suelo. Remo se hallaba muy cerca de él e instintivamente alzó el bastón con todas sus fuerzas y lo descargó sobre la cabeza del infeliz. El golpe produjo un crujido espantoso, el hombre aulló, pero Remo siguió golpeándolo hasta que otro enemigo reclamó su atención.


No menos encarnizada era la lucha en la pendiente del Palatino. La protección de los dos refugios obligaba a todos los combatientes a dividir sus fuerzas y así, mientras un joven luchaba cuerpo a cuerpo contra un atacante, el otro secuaz aprovechaba para romper las paredes de la choza. Finalmente Rómulo, quien se enfrentaba a dos de ellos en la senda entre la cueva de Fauno y su refugio, justo al lado de donde se levanta la higuera ruminal, acertó a invertir su cayado y utilizó la parte curva de la empuñadura para agarrar con ella el tobillo de un enemigo y, de un fuerte tirón, hacerlo perder el equilibrio. Cayó el hombre de espaldas y se golpeó la cabeza en el tronco de una encina. Casi con el mismo impulso descargó la empuñadura contra el rostro del otro, rompiéndole la mandíbula y así, en un instante se había deshecho de los dos.
Corrió entonces a socorrer a Publio y llamó también en su ayuda a Gordio ocupado en defender el refugio de Remo. Se invirtió entonces la proporción: eran tres jóvenes contra dos atacantes y no les fue difícil rodearlos y molerlos a palos. Entretanto, quienes destrozaban la choza de Remo, tras haber hundido el tejado y roto parte de las paredes, daban por concluida su tarea y se lanzaban hacia el valle colina abajo.
Rómulo y los Quintili se detuvieron un instante para recuperar la respiración. Cinco hombres yacían caídos por el suelo con roturas y heridas diversas. Los más cercanos gritaban y se lamentaban salvo uno: la posición de la cabeza del que se había golpeado con la encina hacía comprender que jamás volvería a quejarse. Tampoco se movía el primer caído por la pedrada de Rómulo. Tendieron entonces la mirada sobre el valle: a través del manto de lluvia se apreciaba, de manera borrosa, una masa móvil más allá del Ara Máxima de Hércules, muy cerca del Aventino.
Pero ¿qué hacen? – exclamó alarmado Rómulo –. ¡Vayamos allá!


En el valle de Murcia los hombres de Caius cedían terreno. Remo, los Fabios y el resto de pastores del Palatino que se habían sumado a la lucha, enardecidos ante una posible victoria, los empujaban cada vez más hacia los pies del Aventino. Se escuchaban aullidos confusos pues, con la lluvia, el fragor del río había aumentado y la visibilidad era menor.
- ¡Volved, volved! – gritaba Rómulo mientras corría hacia ellos seguido por sus amigos. Pero quienes estaban luchando o bien no lo oían o no comprendían su intención. Alcanzaron por fin a los combatientes.
- ¡Atrás! – gritaban también los Quintili, mientras se enzarzaban en el combate secundando a Rómulo. Éste último consiguió ponerse al lado de su hermano Remo quien resoplaba muy agitado sin dejar de blandir su bastón.
- ¡Es preciso retroceder! Esto es una trampa, Remo – le gritó entre un golpe y otro.
- ¿Cuándo dejarás de ser un cobarde? – le espetó aquel, sin dejar de pelear.
Desistió Rómulo de convencer a su hermano, pero sintió su pecho inflamado de ira. Se movió para ponerse al lado de otros pastores palatinos y les pidió a gritos que se dejaran dirigir por él. Esos hombres, aunque rudos y contagiados por el calor de la pelea, lo obedecieron instintivamente. Así se puso Rómulo en cabeza del pequeño grupo más próximo al río y, poco a poco, sin dejar de combatir, fueron retrocediendo mientras los hombres de Caius gritaban de júbilo.
Avanzaban Remo y los suyos hacia el Aventino mientras Rómulo y sus seguidores se replegaban hacia el Palatino con un buen número de pastores de Caius empujándolos. Así logró Rómulo meterlos en un terreno para ellos menos conocido: en torno al estanque había muchos charcos fangosos, algunos de cierta profundidad, donde los hombres del Aventino se metieron hasta más arriba de las rodillas. Se vieron así entorpecidos tanto para avanzar como para retroceder, y apenas podían defenderse de los muchos golpes que les infligían los pastores comandados por Rómulo. Éste golpeaba con tanta fuerza y rabia que Gordio trató de contenerlo.
- Sólo estamos peleando, Rómulo. Esto no en una guerra. ¡Detente, por favor!
Pero en la cabeza del muchacho resonaba el insulto de su hermano, la cólera contenida hasta entonces contra sí mismo, su empeño por demostrar que no temía a los hombres de Caius. Todos esos sentimientos impulsaban su brazo y escapaban al control de su voluntad. Así siguió golpeando y golpeando. Por fin los hombres de Caius, hundidos en el légamo, agotados, sin fuerzas ya para empuñar sus armas, arrojaron los garrotes a las charcas en señal de rendición.
Los compañeros de Rómulo alzaron los brazos y agitaron sus armas mientras lo aclamaban. Saltaban de alegría y lanzaban gritos guturales, mas el joven no les permitió continuar: señaló con su mano derecha hacia el Aventino. Hacia allí se precipitaron y llegaron a tiempo, pues el propio Caius y varios pastores, aprovechando la posición dominante de la falda de la colina, habían salido de donde estaban ocultos y atacaban a Remo y los suyos desde lo alto, mientras los demás contendientes los rodearon por detrás y los hostigaban por la espalda.
La llegada de estos refuerzos rompió el cerco. Envalentonados por la reciente victoria en las charcas, los hombres de Rómulo se habían crecido, golpeaban a diestro y siniestro sin desfallecer e hicieron tanto daño que, finalmente, Caius ordenó a los suyos retirarse.
Había cesado la tormenta y Luna brilló en el cielo. Empapados en lluvia y sudor, cubiertos de golpes y de magulladuras, los músculos agarrotados por el agotamiento y el frío y los bastones apoyados en el hombro, con los ánimos jubilosos y cantando su victoria a voz en grito, así hubiéramos visto caminar hacia la ladera del Palatino a aquellos jóvenes pastores exultantes de juventud y de fuerza. Antes de llegar al bosque de mirto el grupo se dividió: siguieron unos hacia los refugios; otros se dirigieron a las orillas del Tíber. Atravesó la negra noche el aullido del lobo y cantó una lechuza. Luna, conocedora de cuán efímeras son las victorias, se cubrió el rostro.


 Plano de los combates. El área central es, como sabéis, el valle de Murcia. Pinchando se hace más grande.


NOTA: Éste ha sido el capítulo 11 de la historia de Remo y Rómulo. La higuera ruminal se hallaba al lado de la cueva Luperca, lugar consagrado a Fauno  y que venimos llamando “cueva de Fauno”. El nombre de la higuera está relacionado con la diosa Rumina, que se ocupaba de que se amamantaran bien los recién nacidos, humanos y animales. 
Algunas de las imágenes (la mano, la cabeza de bronce) son de Natalia Tarraco. ¡Gracias, Natalí!

NOTA 2: Aquí está el booktrailer de un libro en el que participo “Una maleta llena de relatos.

35 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Enhorabuena, Isabel, todo te está saliendo como mereces.

Lales dijo...

No defraudas nunca. Preciosa iconografía.

Isabel Barceló Chico dijo...

Gracias, mariajesusparadela, no sé si te refieres a la historia de los gemelos... Besazos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola lales, me alegra que te haya gustado este capítulo (deduzco). El tema de los combates y peleas me impone un poco, no es lo mío... Besazos.

virgi dijo...

Iba a preguntarte por lo de la higuera pero ya
me has contestado.
Estos chicos ya están representando lo que el futuro les deparará: una lucha continua oara conseguir lo que desean.
Me asombras. No sabes cuánto.
Abrazarte un rato es poco.

Isabel Martínez Barquero dijo...

La que se ha liado ha sido buena. Y es que estos gemelos, sobre todo Remo, me han salido algo gallitos.

Eso booktrailer es precioso. Y no veas cómo me alegro de que estés en otra antología de relatos. Ojalá siga la racha, querida Isabel.

Un beso.

Dyhego dijo...

Haces que veamos la pelea en tres dimensione, Isabel.
Vale.
Y enhorabuena por la maleta...

Alejandra Sotelo Faderland dijo...

Bueno, equiparando fuerzas los muchachos y se han cargado unos pastores, las cosas no estan nada faciles por lo visto.

Anónimo dijo...

Estupenda descripción de la pelea, no desmerece en absoluto de otras batallas, aún en su menor cuantía, se ve como se desarrolla en toda su extensión. ¡Muy bien!
Y pienso que esto tendrá graves consecuencias. espero mas con ansiedad. Besos
Rafa

Natàlia Tàrraco dijo...

La lechuza lo sabe, las victorias son efímeras, pero a los muchachos esta primera les sabe a gloria.
Cuando se desata la violencia es más imparable que el padre Tiber, tiemblo, temo, me preocupo y espero atenta nuevos sucesos.
Hermosas imágenes amiga. Besitos muchos.

Cayetano dijo...

Vaya pedazos de bestias y cómo reparten caña a diestro y siniestro. Más que una trifulca parece una batalla en toda por el grado de ensañamiento de alguno y los "efectos colaterales".
Un saludo.

Bertha dijo...

Una, para aprender y, otra para que no se les olvide...que trifulca y eso que era solo darles un escarmiento ; uno salió malparado el poverello.

Un abrazo Isabel.

hesseherre dijo...

Como sempre espetacular, Isabel querida...
Ahora, porqué los chicos tienem en las estatuas pintinhos siempre tan chiquititos? :)

Hyperion dijo...

Maravillosas imágenes y palabras. Sigo oyendo el aullido del lobo y el canto de la luchuza en esta Roma de lluvia y luchas, como en los orígenes. Gracias por traernos, con las aguas del padre Tíber, otro tiempo para entender nuestro tiempo.

ANTONIO CAMPILLO dijo...

Como decimos para indicar un gran lío: ¡vaya escándalo que se ha liao!
Bueno, no es tan complejo pero sí son un poco díscolos algunos personajes.
El vídeo es muy bueno y me encanta que te encuentres entre los recomendados en primer lugar. En poco tiempo la maleta será de todas tus obras. Enhorabuena.

Un fuerte abrazo, querida Isabel.

Natàlia Tàrraco dijo...

Amiga del alma, tu pilla imágenes mías tanto como quieras, es un honor y una alegría que figuren en tus textos.
Ni hablar más de eso, figuran en el banco de imágenes de Google y yo con estos pelos, lo he visto varias veces y me he sorprendido sin sorprenderme para nada.
Por cierto, seguro que la foto del magnífico relieve antes de la mano, la captaste tú ¿representa a Aquiles y Patroclo?

Besitos feliz abuelita a disfrutar todo lo que puedas de las criaturas.
Besitos a ellas y a ti.

RGAlmazán dijo...

Vaya con estos hermanitos peleones. Son bravos. Me quedo con Rómulo, es más cerebral y menos pendenciero. Aunque ambos tengan ganas de luchar, está claro que es lo que se llevaba.

Muy bueno el booktrailer. Me ha gustado, lástima que Valencia me pille lejos.

Besos

Salud y República

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola virgi, comparto tu opinión de que estos sucesos ponen de relieve que nada les vino regalado a los gemelos. Lo que quisieran lo habrían de conquistar. Besazos.

Saludos, isabel martínez barquero, la han liado buena, sí. Veremos... En cuanto al libro de relatos, es una experiencia como la de "Relatos a fuego lento" y creo que resultará muy bien. Todo es alegría. Besazos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola dyhego, si la has visto en tres dimensiones, me quedo más tranquila. No me siento yo muy segura en esos terrenos... El booktrailer de la maleta está estupendo ¿verdad? y el contenido estará a la altura, te lo aseguro. Besazos.

Hola alejandra sotelo faderland, los muchachos miden fuerzas, desde luego, y se lo toman muy a pecho y sin medida, como suele ocurrir en la juventud. Besazos, guapa.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola anónimo rafa, también yo me temo que esto tenga sus consecuencias, porque es inevitable. No sabemos a dónde nos llevará. Besazos.

Hola natalia tarraco, los animales saben y también transmiten. Se hacen sentir y llevan los mensajes de los dioses. ¡Que no falten la lechuza ni el lobo al lado de los gemelos! De las imágenes hay por lo menos dos tuyas (la de la mano y la cabeza de bronce y no recuerdo si alguna más). Gracias por dejarme copiarlas en su día. Besazos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Ja, ja, cayetano, no te hagas ahora el despistado, ¿eh?, que tú también has tenido mucho que ver. ¡Menuda le has preparado a tu odiado Remo! Otra cosa es que no te haya salido como esperabas, pero los tuyos también han repartido leña... Besazos.

Saludos, bertha, a veces los escarmientos se llevan demasiado lejos. No hay proporción entre la ofensa y la respuesta. Éste es uno de esos casos, desde luego. Besazos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Ja, ja, hesserre, te aseguro que no elijo las esculturas por el tamaño de los pintinhos. ¿Podríamos decir que los escultores copian del natural? Ja, ja. Besazos.

Hola hyperion, a veces se diría que los conflictos permanecen a lo largo de los siglos sin resolver, sólo cambiando de apariencia. En esta época nuestra el canto de la sabia lechuza, queda bastante sofocado por el aullido del lobo, cada vez más feroz y despiadado con sus víctimas. ¿No necesitaríamos un nuevo Rómulo? Besos, querido amigo.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola antonio campillo, sí la han armado buena: la inconsciencia de la juventud y la ceguera, a veces, de los adultos que no saben cómo manejar algunas situaciones. Creo que lo que trae esa maleta puede gustar a mucha gente. Besazos.

Hola natalia tarraco, las fotos tuyas no las he sacado del banco de google, sino que en su momento (hace ya mucho) las colgaste en tu blog y me diste permiso para guardármelas. De hecho, las tengo en una carpeta con varias fotos tuyas. Lo malo es que, con las prisas, se me olvidó decir que esas eran tuyas. Me gusta decirlo, por gratitud. En fin, ya está arreglado. En cuanto a esa otra foto, la saqué de wikipedia y creo que está en el Museo del Louvre. Son de las imágenes libres de derechos. No recuerdo que se le diera nombre por los personajes, sino por la pertenencia, así que no te puedo ayudar. Besazos y gracias.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola rgalmazán, son peleones, sí, y más cerebral Rómulo. Ya veremos qué otras sorpresas nos deparan estos muchachos.
En cuanto a "Una maleta llena de relatos", lo presentaremos en Valencia el 10 de abril. Tampién sacamos una edición en Amazon, para quienes les guste el libro electrónico. Besazos.

África dijo...

La que han montao, jamía! ÔÔ
A estacazo limpio!
Pero no quiero ni pensar en las consecuencias...ayy...
Sigo pensando que Rómulo es la cabeza pensante y Remo el impulso.
Pero qué ternura me ha vuelto a provocar esa entrega de piezas de Rómulo en la puerta de su madre. Me conmueve. Más que la batalla.


Un beso

Ccasconm dijo...

Pensé que los gemelos eran capaces de cualquier cosa y que Marte les habría dado la fuerza necesaria para ser diestros en el combate, pero la trifulca con los pastores no es, además de una batalla en toda regla, un conflicto épico entre guerreros. Si acaso un enfrentamiento local por la lucha por un territorio, por un rebaño, por un malentendido. La lucha no va a traer nada bueno, me temo.
Me alegro que estés entre las elegidas, Isabel. Te mereces eso y mucho más.
Un beso

La Dame Masquée dijo...

Madame, qué broche de oro al capítulo la última frase de hoy!
Un capítulo trepidante. Tengo el cuerpo molido de meterme en la refriega, entre tantos golpes!

Enhorabuena por ese nuevo relato con el que participa en el libro.

Feliz fin de semana

Bisous

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola áfrica, es que tú eres muy madraza... Ja, ja. La han montado buena, sí. Menudos son. Besazos.

Hola carmenBéjar, tienes mucha razón, no es un combate épico sino, como bien dices, un riña de hombres para hacerse con el territorio o resolver conflictos. Con todo, ¡así debieron empezar tantas guerras! El uso de la espada es lo que les hace parece más épicas, pero mucho me temo que las guerras son todas por los mismos motivos: económicos y de poder. Veremos, veremos qué pasa aquí. Besazos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Ja, ja, la dame masquée, espero que los golpes no hayan dejado huella en su piel de nácar. Es que estos muchachos son muy brutos. Beso su mano.

Xibe dijo...

Me ha gustado especialmente la elección del "momento meterológico": esa tormenta que es un reflejo de la batalla, quien sabe si, ademas, enardecedora de los ánimos ya de por sí afilados.
Un abrazo, Isabel.

Natàlia Tàrraco dijo...

Es cierto, una entrada de hace...uf. Para ti de corazón amiga, no hace falta repetirlo, una alegría que estén en este blog mágico, romano y bello.
Yo también echo mano de los fondos, lógico.
Besitos asins de grandes.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola xibeliuss jar, como muy bien intuyes, el tiempo atmosférico también se tiene en cuenta... Ja, ja, no se te escapa una. Besazos.

Hola anónima Ysa, tu entusiasmo me fascina y me sorprende. Pues sí, los meses eran diez entonces, pero claro, tenían muchos problemas. Un abrazo.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hace mucho tiempo de aquel post, sí. Pero me gusta guardar aquellas cosas que me interesan, ya sabes... Besazos.

Elysa dijo...

Menuda pelea, menos mal que ha salido bien, aunque no sé, quizás tendrá consecuencias.

Y simpático el booktrailer. Me alegra ver nombres conocidos en ese libro.

Besitos

Dolors Jimeno dijo...

Pues no será lo tuyo, Isabel, como contestas más arriba, escribir sobre batallas y peleas, però a mi me ha recordado la narración de las batallas clásicas de la historia. Ha sido una entrada magnífica. Continuo fascinada por cómo te mueves entre las colinas.