lunes, enero 09, 2012

INSPIRACIÓN



(XVII)


Palantea, Urbano Lacio y Urco estaban en el mercado del valle de Murcia y, tras haber vagado por allí habían decidido visitar a la madre de Urco en su cabaña ubicada en la cima del Palatino.

- ¡Madre! – gritó Urco, subiendo a saltos los últimos peldaños de la escalera de Caco –. ¡Tienes visita!

Su ruidosa aparición en la explanada de la cabaña provocó un alboroto: cuatro o cinco cerdos se asustaron y corrieron en todas direcciones lanzando agudos gruñidos mientras dos niños pequeños salían en su persecución riéndose y chillando no menos que los gorrinos. Acca Larentia, que trituraba grano sobre una
piedra de moler al lado de la cabaña, levantó la vista, gritó inútilmente a sus hijos pequeños que llevaran cuidado y dejó a un lado la maza de madera para salir al encuentro de sus visitantes.

Palantea asomó la cabeza por la parte superior de la escalera a tiempo de presenciar la fuga de los puercos y ver ponerse en pie a la madre de Urco. Era más alta de lo que recordaba, más carnal. Los rayos solares iluminaban de lleno el rostro de la mujer, sus brazos firmes, unos senos abundantes que revelaban su naturaleza fecunda. En la ligereza de sus movimientos se adivinaba la agilidad de la cabra, la libertad de saltar de un peñasco a otro, de recorrer los riscos siguiendo su propia voluntad, ora ocultándose a la vista, ora dejándose ver mucho más arriba, en un lugar fuera del alcance del ser humano. Su porte y su sonrisa irradiaban algo de indómito, una fuerza intangible, poderosísima, agreste. Y mientras la pastorcilla se acercaba hacia ella fascinada, un viento ligero agitó sus túnicas y ciñó la de Acca a su vientre abultado, revelando su estado de gravidez.

El recuerdo de Rea Silvia asaltó entonces la mente de Palantea y le produjo una gran turbación. A juzgar por el volumen del vientre de Acca, ambas debían llevar más o menos el mismo tiempo de embarazo. Y, sin embargo, ¡qué diferencia tan grande entre esta mujer, que gestaba plácidamente el fruto de su vientre, y su amiga vestal! Sintió una vez más la angustia de saber a Rea en peligro y no poder ayudarla. ¿Dónde la habría ocultado su tío Amulio? ¿Qué nuevas humillaciones y amenazas estaría sufriendo? Hubo de apartar de sí esos pensamientos, pues estaba ya ante la madre de Urco.
Fue un encuentro afectuoso. Acca se acordaba de Palantea y no disimuló su alegría y agradecimiento por la visita. No era frecuente recibirlas en aquellas soledades. Con la misma hospitalidad acogió a Urbano Lacio. Mandó enseguida a Urco a traer un cuenco con agua para sus visitantes y ella misma los condujo a la parte de atrás de la cabaña, donde se proyectaba una sombra muy agradable. Los hizo sentarse sobre el tronco de un árbol adosado a la pared y les pidió que la disculparan mientras les preparaba algo de comer.

Vino enseguida Urco con el agua y, apenas habían saciado su sed, sugirió subir hasta la cumbre de la colina. En realidad la cabaña no estaba en su cúspide, como les había parecido desde el valle, sino en un amplio repecho, tras el cual aún se elevaba la tierra un poco más. A Palantea no le pareció apropiado alejarse cuando acababan de llegar, pero a Urbano le tentaba la propuesta y Urco le aseguró que no tardarían nada. Les llevaría muy poco tiempo el ir y volver. Cuando su madre tuviera listo algún bocado para obsequiarles, ya estarían ellos de regreso. Así que los dos muchachos se marcharon dejando sola a la pastorcilla.


Urco y Urbano Lacio treparon hasta el punto más prominente de ese extremo de la colina, compitiendo para demostrar cuál de los dos era más rápido. Recuperó Urbano el aliento y respiró hondo. Desde allí se disfrutaba de un panorama excepcional. Volvió la vista atrás: la cabaña de Acca Larentia quedaba a más de doscientos pasos y más abajo de lo que había creído. Sirviendo de fondo verde a su tejado de paja se alzaban, en la distancia, los bosques de laurel que poblaban las cumbres del Aventino. Le sorprendió que se vieran tan lejos. Pero recordó enseguida lo ancho que era el valle de Murcia que se interponía entre ambas alturas.
- Ven, mira para esta otra parte – reclamó su atención Urco. Con la mano le mostró la colina del Capitolio, erguida frente a ellos. Gigantescas rocas, entre cuyas hendiduras crecían matas y arbustos, se levantaban imponentes, de apariencia inaccesible. Sobre la cima, dos cumbres gemelas, redondas y planas como dos quesos se unían a través de una franja de menor altura. Dos o tres columnas de humo delataban la presencia de cabañas dispersas.

- Debe ser la morada de un dios – exclamó Urbano Lacio, impresionado ante su grandiosidad. Y demostró con ello su fino instinto para intuir lo sagrado: con los años, sobre la cumbre más próxima a ellos se alzaría el templo consagrado a Júpiter Optimus Máximus, ante el cual tomarían posesión de sus cargos los cónsules y se postrarían los generales victoriosos tras celebrar sus triunfos; y, en la otra gemela, se emplazaría el arx, la ciudadela desde donde los romanos habrían de proteger Roma de sus enemigos durante siglos, Urco y Urbano Lacio los primeros.
- Entre estas dos colinas discurre el camino de la sal que va a la tierra de los sabinos – aclaró Urco para que su amigo se situara bien. Seguían caminando por las cumbres del Palatino en busca de la vertiente opuesta al valle de Murcia. Cuando llegaron a ella, el niño señaló con el índice hacia abajo –: el camino sigue por ahí ¿lo ves? y justo en ese punto se reúnen los labradores y los artesanos a intercambiar sus productos.

El lugar señalado era un vallecillo pantanoso atravesado a lo largo por un riachuelo y abrigado por las masas de roca del Capitolio, el Palatino y otras colinas. Las plantas lacustres crecían por doquier, muc
has cabezas de ganado sesteaban en la parte más baja y en los terraplenes menos escarpados de las laderas boscosas. Balidos lastimeros y el ladrido de algunos perros llenaban el aire, atravesado a veces por el silbido de un pastor. En la zona más estrecha había algunos campos roturados, pequeñas parcelas con hortalizas y frutales cerca del arroyuelo, del cual debían tomar el agua.
Hubieron de caminar un rato por el borde rocoso del Palatino antes de encontrar una zona poco escarpada que permitiera descender al valle. Lo hicieron a la carrera por un terraplén, saltando piedras y aguas estancadas, para dirigirse al Capitolio, pues Urbano quería contemplar desde el mismo pie de las rocas su imponente altura. Anticipándose a los tiempos, sus plantas hollaron, sin saberlo, los solares que luego serían la vía Sacra, la casa de las vestales y el templo de Vesta, el templo de los gemelos Cástor y Pólux, la basílica Julia. Luego cruzaron al lado opuesto del valle y se divirtieron saltando el riachuelo varias veces, quizá en el punto exacto donde hoy está el altar de Venus Cloacina y la basílica Emilia. Nubes de mosquitos zumbaban en torno a las charcas malolientes que entonces ocupaban el comicio donde los ciudadanos del futuro se reunirían para debatir las leyes. Ellos lo transitaron agitando las manos para zafarse de las picaduras y se detuvieron a observar, boquiabiertos, un grupo de toros blancos que pastaban justo en el lugar donde se levantaría el edificio del Senado.
Todo aquel espacio venerable lo recorrieron con despreocupación y alegría, si acaso con asombro por lo recogido y silvestre del lugar. ¿Cómo hubieran podido intuir aquellos dos muchachos que ese vallecillo insalubre y solitario, con olor a ganado, se convertiría en la cabeza y el corazón del mundo?

Se decía que, en tiempos remotos, cuando Saturno vagaba sobre la tierra tras haber sido expulsado de su reino por su hijo Júpiter, fue recibido y acogido por Jano en estos parajes. Aquí se instaló el dios fugitivo y enseñó a sus habitantes el arte de la agricultura. Conocía muy bien cómo cuidar de la tierra, cómo hacerla fecunda y rica en dones y su esposa, Ops, madre de todos los hombres, era también diosa de la abundancia y la prosperidad. Así, apenas el matrimonio divino se asentó en el valle al pie del Capitolio, todo a su alrededor floreció: los árboles daban fruto en las cuatro estaciones, las espigas brotaban colmadas de grano, leche y miel fluían en ríos. Y lo más importante: los seres humanos no carecían de nada, vivían en paz, eran leales entre sí y se repartían los dones de la tierra por igual. Hasta que un día Saturno no compareció y dio inicio la era de Júpiter.
Quizá el dios Jano, señor del tiempo y único en conocer el presente, el futuro y el pasado, insufló a Urbano Lacio un hálito de inspiración. Debió ser así pues, apenas el joven cronista oral alcanzó el pie del Capitolio, allí donde hoy se alzan poderosas las columnas del templo de Saturno, exclamó:

“¡Suelo sagrado eres, hogar de Saturno destronado! / Aquí donde pace tranquilo el buey y bala el tierno cordero/ ¡oh dios benéfico!, enseñaste al hombre el arte de la agricultura./ Aunque haya concluido tu reinado, aquella edad de oro/ en la que todo era de todos y ningún ser humano mandaba sobre otro,/ esta tierra bendita bajo tus auspicios, será de nuevo grande:/ la más grande, más gloriosa y más bendita de todas las tierras conocidas”.


Hacía rato que, desde la cabaña de Acca Larentia, Palatea los había visto subir el terraplén y desaparecer de su vista. Ella descansaba disfrutando de la sombra y el descanso y sonreía para sí recordando cuántas cosas nuevas había visto y aprendido en apenas unas horas, desde que la tarde anterior había llegado con Urbano Lacio al Aventino. Sopló de nuevo el viento y, al penetrar su silbido entre la paja del tejado, produjo un sonido misterioso parecido a un susurro o, más bien, a un lamento humano.
Otra vez la invadió la desazón. Incapaz de permanecer sentada, se puso en pie, como si el asiento le quemase. Dejando a sus espaldas la parte de atrás de la cabaña, se acercó al borde de la explanada, allí donde terminaba el suelo firme y las rocas se despeñaban sobre el vacío. Miró hacia abajo buscando con la vista el Ara Máxima de Hércules.

Desde su atalaya, la gente y los animales parecían un montón de guijarros lanzados al azar y caídos en desorden sobre el valle: en algunas zonas estaban muy juntos, casi abigarrados; en otras, más distantes entre sí o formando regueros como el agua derramada. Había que fijarse mucho para apreciar el movimiento propio del mercado, apenas perceptible a causa de la distancia.

Cambió levemente la dirección de su mirada para observar el terreno llano que iba desde la base del Palatino hasta el río. Se acercó más al precipicio. A sus pies, las charcas reflejaban el cielo y se coloreaban unas de azul, otras de verde dorado por el reflejo del sol. Había matorrales en flor y otros que amarilleaban, pero la lejanía fundía las tonalidades y las transformaba en manchas difusas que salpicaban el suelo hasta la misma orilla del Tíber. El agua era una cinta centelleante y sólo la isla que, verde e inmóvil, navegaba en medio de la corriente, resistía su empuje.
Urco le había dicho que, cuando el río se desbordaba, llegaba hasta el pie de la escalera de Caco. Pero antes de aquietarse tras la inundación, bajaría impetuosa y revuelta. Se imaginó el agua gris del río dirigirse hacia ella en un tumulto de espuma, ramas quebradas, animales muertos, arrastrando troncos que estrellaría, furiosa, contra las rocas del Palatino. Hasta allí llegaba el rugido del agua, bronco, como si quisiera acometer a golpes la colina para derrumbarla o alcanzar su cumbre para arrasarla también.

Palantea vislumbraba la muerte entre los remolinos tumultuosos y opacos, por encima del suelo, y sintió la atracción del abismo: un leve mareo y, al mismo tiempo, el impulso irresistible de acercarse más al borde, de desafiar al vacío. Avanzó un poco más. Sus ojos miraban fijamente el fondo mientras en su corazón bullía una mezcla de deseo y horror.






* Reconstrucción de la colina del Capitolio en época de la edad de bronce. Museos Capitolinos. Roma. ** y *** Esculturas en los Museos Capitolinos. Roma.

**** Plano de Roma arcaica con la anotaiión del posible recorrido de Urbano Lacio y Urco por el propio Palatino, el valle del Foro y su regreso volviendo a subir por la escalera de Caco.
*****Bajo los tejadillos del fondo, los restos de las cabañas de Rómulo. Al fondo del todo, los árboles (hoy pinos) de la colina del Aventino. Como se ve, la cabaña de Acca Larentia estaba más abajo que la cumbre del Palatino.
****** Detalle de las rocas del Capitolio. En el suelo se aprecian las charcas.
*******Foto tomada desde el Palatino. La calle a sus pies podría haber sido, aproximadamente, la vía Salaria. El edificio que se ve al fondo, en el centro, es el palacio Senatorio, sobre el Tabularium. Ahí estaba la franja de unión entre las dos cumbres del Capitolio.********Espacio que supuestamente recorrieron nuestros amigos. Abajo, restos del templo de Vesta (redondo) y casa de las vestales, vía Sacra, basílica Emilia y el edificio del Senado, que es el de ladrillo del borde izquierdo de la foto.
*********Vista del foro desde otro ángulo. A la dcha, la basílica Julia, las tres columnas del templo de Cástor y Pólux y los restos del templo de Vesta. Toda la estructura de atrás es el Palatino.
**********Podium y columnas del templo de Saturno, al pie del Capitolio.***********Escultura femenina. Museos Capitolinos. Roma

************Vista desde la esquina del Palatino: abajo, con forma redonda, se ve el templo de Hércules Victor (popularmente llamado de Vesta).

Todas las fotos son mías.

30 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

¡Qué diferente el territorio que recorrieron Urco, Palantea y Urbano Lacio de la Roma actual! Y, sin embargo, ésta de hoy emociona, y mucho. Espero que os hayáis aclarado un poco con las explicaciones de las fotos. Besazos.

virgi dijo...

No me he aclarado del todo, pero como pienso volver con más concentración, verás que me la conoceré como para verla hasta en sueños.
Es una auténtica gozada aprender contigo, voy de colina en colina, de cabaña en cabaña, como un gorrioncillo feliz y dispuesto a ver nacer a estos deseados gemelos.
Me asombra la capacidad que tienes para unificar textos, planos, imágenes, personajes...
Un abrazo, volveré a darte otro.

Dolors Jimeno dijo...

Ha valido la pena esperar. Aprendemos muchas cosas contigo. Un beso. D.

La Dame Masquée dijo...

Leyéndola, una tiene la impresión de que se mueve usted con tanta comodidad por la Roma de entonces como por la de ahora. Creo que sería capaz de recorrerla con los ojos vendados.

Buenas noches

Bisous

Xibe dijo...

Me cambiaría por Urco sin dudarlo: no sólo estar en el momento justo, sino también ser capaz de atisbar al menos parte del futuro que le espera a ese suelo entonces casi inmaculado.

Un abrazo, Isabel. Vuelvo a estar por aquí :)

GABU dijo...

"...los seres humanos no carecían de nada, vivían en paz, eran leales entre sí y se repartían los dones de la tierra por igual."

Cuánta diferencia abismal con la actualidad que nos toca vivir hoy en día amiga!!!!

P.D.:Cada vez que cuentas en detalle los parajes de ROMA uno siente que es sorbido por la historia... :)

MIS CÁLIDOS BESITOS AMIGA QUERIDA =)

Sahara dijo...

Me ha llamado la atención la misma frase que a GABU. Es una verdadera pena que no seamos capaces de mantener esas virtudes que hicieron crecer a la humanidad. La pena es haber llegado al punto en el que la soberbia y la avaricia campan a sus anchas en el corazón del ser humano.

Sobre esta entrada, sólo puedo decirte que es impresionante. Me has transportado a una ciudad que desconozco y me has hecho convencerme de que el día que vaya a Roma deberé llevar tu libro, de esa manera, podré viajar en el tiempo.

Un fuerte abrazo Isabel

Freia dijo...

Palantea está siendo feliz, felicísima en estos días de viaje con Urbano Lacio. Y lo sería del todo si la pena por su amiga Rea Silvia no le acrecentase el temor.
¡Bluff, qué peligrosas son esas sensaciones sobre el abismo! Puedo dar fe de que el vértigo hace que éste atraiga de una forma difícil de definir (a mí me ocurrió desde la cúpula de San Pedro hace muuuuchos años y doy fe de que me costó sacudirme la atracción).
Estoy segura de que la pastorcita va a contar con la inestimable ayuda de Acca Larentia para salir de ese estado de fascinación que provoca el abismo. Otra cosa es el presentimiento de la muerte...

¡Ay, querida escritora, qué forma de disfrutar esta entrada! Por primera vez en mi vida consigo aclararme con la posición de las colinas sobre el río y con lo que luego aería la grandiosa Roma. Menos mal que está Vd. ahí para explicárnoslo porque lo cierto es que hacen falta grandes dosis de esfuerzo para imaginar el valle del Tíber y aún la grandeza de Roma, bajo el asfalto de la actual.
Gracias enormes por guiarnos de esa forma tan pedagógica y efectiva. Y gracias también por sus fotos.

Un abrazo, mi querida amiga.

Dilaida dijo...

¡Qué recorrido! Gracias Isabel por llevarnos por esa "Roma" arcaica y mostrarnos magníficamente los lugares donde se forjaría la grandeza de Roma.
Bicos

Natàlia Tàrraco dijo...

Poderosa diosa, tu mágia nos presenta el futuro mejor que el dios Jano. A la vez vemos la gloria de Roma, el Forum, el Capitolio, el Palatino, el Aventino, el Forum Boario,casi el Circo Maximo en el valle de Murcia, también vemos lo que antes fue envuelto todo por la natura. Urbano sueña Roma, la augura. Isabel, sueñas Roma y nos la presentas nítida, no es posible perderse de tu mano y de tus imagenes.

Yo Acca de nuevo dispuesta a alumbrar una nueva vida te saludo, acomodada a mi afable descripción espero mi destino que me unirá a Rea, ánimos niña, estamos en lo mismo, alumbrar la vida, los Hados y las diosas madres han de velar por nosotras y nuestros hijos, lo suplico lo espero.
Besos recién vuelta a casa desde los Lares brumosos del Finisterre bretón.

Hyperion dijo...

Tengo Roma en mis ojos, en mis manos cada día. Bajo mis pies recorro estos mismos senderos y ahora, con tus palabras, son distintos. Me resuenan tus imágenes, los sentimientos se despiertan, los recuerdos no son sólo datos sino experiencia. ¡Qué descripción creadora! Desde ahora, con mi doble mirada, acogiendo siempre al que aquí llegue -nunca por caso-, tendré palabras como semillas. Como Anna Perenna transportas a un mundo mítico, primigenio y contigo real. Gracias.

RGAlmazán dijo...

Una bellísima y detallada descripción. Conoces perfectmente el terreno que pisas y nos lo haces conocer a los demás.
Y como bien dices, qué diferencia entre esta Roma y su hija actual. Dos maravillas, cada una en su tiempo.
Besos

Salud y República

Anónimo dijo...

Lo he hecho contigo en la actualidad y me emociona recorrerlo en la época arcaica. ¡Que gozada! Besos
Rafa

Cayetano dijo...

Muy buen recorrido por aquella Roma en sus orígenes. En la visita que hice a la ciudad eterna quedé fascinado. Esa fascinación veo que es compartida.
Esperemos que el vértigo y la embriaguez del abismo no se ceben fatalmente en la pastora Palantea.
Un saludo.

Juanjo Montoliu dijo...

Igual estoy un poco desubicado, pero me ha parecido un paseo largo :) ¿Estará la comida fría cuando regresen?

Paco Portela dijo...

Se nota que quien ha escrito este precioso texto, o sea, Isabel, es una enamorada de Roma. Una guía perfecta para conocer la Roma clásica sin olvidarnos de la Roma actual. Y, a parte de ser una buena guía, nos hace formar parte del pasaje que nos ofrece; del pasaje y del paisaje, y seguir a Urco y Urbano Lacio y quedarse impresionado por la hermosa visión que uno tiene ante sus ojos, como es la que nos muestra de la colina del Capitolio. Espero que nos diga, continuará...

fgiucich dijo...

Muy cierto Isbel. La Roma de hoy todavía deslumbra y al leer este capítulo, una preciosa pincelada llena de colores,a los que tuvimos la suerte de visitarla, nos emociona. Abrazos.

Medea dijo...

Te conocí personalmente en Valencia y te prometí visitarte, nuestra amiga Natalí dijo que no me lo perdiera y aunque ha pasado algún tiempo desde el 12 de noviembre aquí me tienes deleitándome entre tus personajes, tus descripciones y tu Roma. Tenía ganas de contarte que me compré tu libro "Dido Reina de Cartago" y compre un segundo para regalárselo en Navidad a una de mis mejores amigas. Aun no he tenido tiempo, es por eso que ni he escrito ni os he leído antes, pero año nuevo... tengo que SACAR TIEMPO DE DONDE SEA PARA HACER LO QUE VERDADERAMENTE ME SATISFACE, y pronto me encontraré con Dido. Un beso amiga.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

A pesar de las diferencias, a mí me gusta mucho imaginar las ciudades antiguas cuando recorro las modernas...

Isabel Martínez Barquero dijo...

Me parece fascinante el recorrido que nos has hecho, querida Isabel. A través de tus letras, y gracias también a mis paseos romanos, me cuesta muy poco imaginar cómo sería el imponente Capitolio en aquella época, visto desde el Palatino.

Me quedo contenta con la gestación plácida que lleva Acca Larentia, tan distinta de la mía, aunque no me quejaré, pues desde que estoy en el bosque de Silana, sin ver a Amulio ni a Criseida, mi estado de ánimo es más plácido y adecuado para las criaturas que llevo en mi vientre y para mí misma.
Eso sí, se me ha encogido el corazón al leer el peligro que llama a mi amiga Palantea. Salvémosla del vértigo, dulce Romana, que no merece despeñarse por la atracción de la altura.

Un gran abrazo, querida Isabel.

elena clásica dijo...

Dichosa aquella edad de oro. Además de cronista poético, Urbano Lacio, mi querido niño es un visionario. También a mí me gusta imaginar cómo fue la ciudad antes de ser como ahora, y antes de las maravillas del Barroco y del Renacimiento, y antes del Imperio Romano y antes y aun antes. Me invade cierto vértigo al igual que a nuestra querida Palantea, no sé por qué, cómo lo has conseguido pero en ese paseo ya se palpaba la tragedia: el quedarse sola Palantea, la desazón que ya la invadía, la mirada de los niños presagiando el futuro, la edad de oro que quedaba an atras, para siempre. Un torbellino del que yo tampoco he podido escapar. Esas tonalidades me parecían a mí tristes, igual que Palantea pensaba en la desdichada Rea Silvia, me invadía a mí la angustia de Palantea.

Una maravilla. Querida Isabel, un abrazo para ti.

María Antonia Moreno dijo...

Isabel, qué maravilla de capítulo. He acompañado en el paseo a Urco y Urbano Lacio; he sentido como propia la angustia de Palantea; he tomado agua fresca junto a la cabaña de Acca... En fin, que aún sin haber estado en el Aventino, me he sentido allí.

Un abrazo, amiga

I. Robledo dijo...

Que bella recreacion de unos magicos lugares... Me ha encantado, amiga... Parece que hemos estado paseando por alli...

Un abrazo fuerte

Ccasconm dijo...

La verdad que es complicado hacerse a la idea, sí. Menos mal que tú nos sirves de guía de lujo en este viaje en el tiempo y en el espacio.
Besazos

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola virgi, comprendo que es difícil situarse, pero déjame darte un consejo: no mires ni siquiera las fotos, concéntrate en el texto y ya está. ¡Cuántas descripciones hemos leído sin tener imágenes delante! Mucho mejor. Así cada cual se imagina las cosas como quiere. Besazos, guapa.

Hola dolors jimeno, gracias por tus ánimos y tu permanente ayuda. Besazos.

Saludos, la dame masquée, pues casi que va a tener usted razón: no voy por la Roma actual, que me fascina, sin pensar cómo era en el pasado, y no sólo de la época arcaida y/o clásica, sino también de la medieval y la moderna... Qué quiere, esta ciudad me tiene enamorada. Beso a usted la mano.

Bienvenido de nuevo, xibeliuss jar, creo que los escritores hacemos trampa: nos imaginamos que nuestros personajes eran más intuitivos de lo que seguramente fueron, o menos, o vaya usted a saber... Póngase en la piel de Urco, y adelante. Saludos cordiales.

Hola gabu, sí, esa frase que resaltas se refiere a la famosa "Edad de oro", esa especie de paraíso perdido para los romanos. Había añoranza hacia ese pasado maravilloso de hermandad entre los hombres y vida sencilla y fácil.¡Quién sabe si no existió de verdad! Un abrazo muy fuerte, querida amiga.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola sahara.es, ciertamente esa es una sociedad con la que soñamos muchas personas y, si mal no recuerdo, se señalaba como posible en el siglo XXI: una sociedad más igualitaria, solidaria, donde las personas vivieran en paz. Con los primeros once años de siglo, ya vemos muy difícil que ese sueño lo vayan a ver nuestros nietos. Pero con todo, ese tiene que ser el objetivo.
Me encantaría que todos vosotros, cuando vayáis a Roma, con mi libro o sin él, os acordéis de mí. Es una manera muy hermosa de estar en una ciudad a la que adoro. Besos, querido amigo.

Hola freia, ya lo creo que Palantea está disfrutando de esta excursión al solar de la futura Roma. Es un respiro, un soplo de aire fresco que le permite soportar todo lo que está ocurriendo en Alba Longa. Respecto a la atracción del abismo... Yo también téngo vértigo y he sentido algunas veces esa sensación.
Me alegra saber que te has aclarado con la posición de las colinas en Roma. No es fácil localizarlas a simple vista ni imaginarlas cómo debieron ser en la antigüedad. La primera vez que estuve en Roma, me preguntaba "¿Dónde están las colinas?" No las veía... Pero sí, están, aunque muy transformadas.
Lo mejor, lo ideal, sería que alguna vez pudieramos irnos todos juntos a Roma y disfrutar de todo esto. Te aseguro que TODO es localizable. También es cierto que he dedicado algunos años a conseguirlo... Un abrazo muy fuerte.

Hola dilaila, sé que no son paseos fáciles, pero siendo que la ciudad existe aún, y esos lugares arcaicos, aunque casi irreconocibles, perduran también, me parecía interesante intentarlo al menos. Besazos.

Hola natalia tàrraco, celebro que puedas reconocer en algo esa Roma arcaica a la que perteneces, más antigua aún que los planos que he presentado, porque no existen imágenes - o al menos yo no las he encontrado - que nos muestren cómo era todo el territorio antes de fundarse la ciudad. En cuanto a la intuición del futuro, yo creo que en aquellos tiempos tenían todos los sentidos mucho más aguzados, les prestarían más atención, así que no me extraña que nuestros chicos "olfatearan" que aquel llegaría a ser un lugar grande.
Gracias por los ánimos que le envías a Rea Silvia, sí, ambas estáis ligadas por la maternidad, como ligadas estamos todas las mujeres del mundo. Pero vosotras más, porque formáis parte de un mismo futuro. Besos, querida amiga y bienvenida de las brumas de la Bretaña, tan fascinantes como la propia Roma.

Saludos hyperion, tú que gozas del privilegio de vivir en la ciudad eterna, de tenerla, como señalas, al alcance de tu mano y bajo tus pies; tú que hollas cada día una de esas colinas míticas y respiras el aire del templo de Marte Ultior y los foros aledaños; tú que, como Jano, eres señor del tiempo y del espacio de Roma, eres el ser más envidiado por mí. Cuídanos siempre, senos propicio, consérvanos la memoria de la ciudad que es la cabeza del mundo.
Un abrazo muy fuerte.

Hola, rgalmazán, ya ves en qué ha venido a parar aquella Roma que el rey Amulio ni siquiera intuía. Pura belleza, pura memoria. Un besazo enorme.

Isabel Barceló Chico dijo...

Saludos, Rafa, sí resulta muy emocionante recorrer una ciudad tan singular reconociendo en ella las huellas del pasado y las bellezas del presente. Besos.

Hola cayetano, creo que esa fascinación que sentimos por Roma es ampliamente compartida. Emociona y conmociona a mucha gente. En cuanto a Palantea, esperemos que no se deje llevar de esa atracción fatal... Besos.

Hola juanjo, es que las mujeres tienen la fama, pero los chicos, en cuanto ven la oportunidad de alejarse de nosotras y volar libres, os olvidáis de la hora... Menos mal que ellas ya estaban acostumbradas. Besos.

Hola paco portela, desde luego que adoro Roma, con todo mi corazón. Creo que soy romana, o que debí nacer allí en una vida anterior, o que me gusta imaginármelo. Lo cierto es que "vivo" esa ciudad con pasión, más, incluso, que si viviera permanentemente allí. Puedes estar seguro de que continuaremos, porque esta novela que estás leyendo va sobre la fundación de Roma. Besos.

Hola fgiucich, tú también disfrutaste de esta ciudad no hace mucho tiempo y sé que te impactó. Un abrazo muy fuerte y descansa.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola medea, me acuerdo perfectamente de tí y tus perritos, de cuyo nacimento nos ofreciste un emocionante vídeo. Me alegro de que tengas ya en tus manos la novela de Dido y, si me permites, te comentaré - conociendo tu amor por los animales - que en esa novela hay algunos, principalmente dos: Mook el perro de la reina y Sirio, el gato de su hermana Anna. Creo que te gustará saber algo de ellos.
Espero también que a tu amiga le gustara la novela y, sobre todo, que encuentres tiempo para leerla. Un abrazo muy fuerte.

Hola, pedro ojeda escudero, compartimos esa afición. Hay que ver cómo son reconocibles las ciudades a pesar de los siglos, y qué emocionante es. Besos, querido amigo.

Saludos, isabel martínez barquero, aunque no sea muy fácil, creo que todos quienes han estado alguna vez en Roma pueden reconocer algunos de estos sitios, al menos el Foro Romano, el Capitolio y el Palatino. Ciertamente es muy difícil imagnarse cómo debieron, por eso recurro a las "reconstrucciones" que han hecho los expertos.
También yo opino que estar lejos de Criseida y Amulio ha debido beneficiar a Rea Silvia. Con todo... Besos, querida amiga.

Hola elena clásica, siempre tan solidaria con todos los personajes, tan protectora. Hay tragedia, sí, y también hay alegría, creo yo. La juventud es empuje, admiración, intuición también, ganas de vivir. Nuestros amigos y amigas están ahí viviendo un privilegio - aunque no lo sepan - pues jamás hubieran podido imaginarse que los recordaríamos así, que serían amados casi tres mil años después de que hubieran desaparecido de la tierra. Sólo los dioses y las diosas perduran, querida amiga, y la memoria. Besazos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola mª antonia moreno, algún dia tenemos que ir... respirar aquel aire. No quiero ni imaginarme cuánto provecho sacarías tú de una experiencia como esa. Un abrazo muy fuerte.

Hola antiqva, un paseo de vez en cuando va bien. Como suele decirse: quien mueve las piernas, mueve el corazón. Y corazón es lo que necesitamos para fundar nuestra ciudad. Besos.

Hola carmenBéjar, al fin y al cabo tampoco hace falta comparar esa Roma del pasado con la del presente. Basta con imaginársela a grandes rasgos... Lo dicho, tenemos que ir todos juntos allí. Besos.

África dijo...

Qué bonito paseo, y qué me gustan los mapitas!
Me ha encantado recorrer estos lugares e intentar traerlos a mi memoria y situarlos en la Roma actual.
Precioso.


Un beso