Anna ha pedido ayuda al sacerdote para memorizar la respuesta de la Pitonisa. Está desconcertada. Pensaba que sería más sencilla. Esperaba oír: La reina Dido fundará una ciudad; el destino de la ciudad será glorioso y también el de la reina y el tuyo. Deseaba salir de la cueva con una gran sonrisa y bajar el sendero dando saltos, llegar al puerto donde sus compañeros se afanan cargando las provisiones en las naves y gritarles: “¡Apolo ha dicho que pronto tendremos una ciudad propia!”. Ahora comprende la advertencia de Morgana: un oráculo no es un juego.
La luz la deslumbra al salir de la cueva. Se pone la mano como visera para protegerse del resplandor del globo, rojo como una bola de fuego, que se dirige hacia el ocaso. Pronto la rodean sus acompañantes y le hacen mil preguntas, pero Anna declina repetirles el mensaje de Apolo. La reina debe ser la primera en conocerlo. El descenso es menos alegre que la subida, e incluso la ausencia de los tiernos balidos del cordero, sacrificado en el altar del dios, hace sentir a Anna cierto vacío. Bajan en silencio. La tarde oscurece el azul del mar y borra todos sus caminos, salvo el que marca el dedo ensangrentado del sol.
- ¡Ya ha llegado el cartógrafo! – grita Gabriel, el vigía de la nave de la reina Dido, haciendo escandalosos gestos al grupo de Anna para que se apresure.
La melancolía y pesadumbre que se estaba apoderando de sus ánimos desaparece en un instante, como por ensalmo. Vuelven a estallar las risas, avivan la marcha y cuando ascienden por la pasarela de madera de la nave, ya han olvidado el oráculo. ----
----
- Agradezco mucho vuestra gestión, nobles señores – está diciendo la reina Dido a dos senadores rodios, quienes han acompañado al cartógrafo Igres para presentárselo. Están todos en cubierta, sentados bajo el toldo, en un ambiente de cordialidad. Las mesas tienen varios platillos donde quedan algunas exquisiteces, delatando que la reunión ha empezado hace algún tiempo. Ana y las demás muchachas permanecen fuera de ese círculo y se apartan un poco para que Sérvulo, el copero de la reina, pueda servir vino en las copas de los invitados. En los rostros sonrientes se adivina mutua satisfacción.
- Es una gran gentileza por vuestra parte permitir a Igres acompañarnos, senadores. Procuraremos que su ausencia no sea larga – dice la reina con una sonrisa que le ilumina los ojos –. Estamos deseando partir. Sólo falta que nos vendáis los cereales, tal como acordamos. Es un alimento primordial.
Los senadores rodios se miran las manos. En los últimos días el Senado de Rodas se ha reunido varias veces para tratar de resolver un conflicto político: castigar a ciudadanos atenienses por atentar contra el orden público los indispondría con el gobierno de Atenas, y no castigarlos significaría tolerar la anarquía en su propia ciudad. Y han concluido que lo mejor es intentar quitarse el problema de encima, tratando de convencer a la reina Dido para que se lleve consigo a los atenienses.
Y como la propia reina acaba de sacar a colación el tema, ha llegado el momento de abordarlo. El senador más anciano, quien ya fue su interlocutor en el primer encuentro, toma la palabra y recuerda a Dido el alboroto que ella misma presenció a su llegada a Rodas. Poniendo como pretexto el precio de los cereales, el filósofo ateniense Filón había soliviantado a los jóvenes rodios quienes, a su vez, habían destrozado el mercado. La multitud estaba furiosa contra él y, por extensión, intentó agredir también a su hermano Xilón. El malestar popular no se ha calmado del todo.
- ¿Significan tus palabras que pensáis vendernos los cereales por encima de su valor? – interviene el noble Acus –. No somos responsables de esos tumultos ni ha estado en nuestras manos sofocarlos. Es más, os hemos ayudado corriendo nosotros el riesgo de que ese ateniense, sea filósofo como dices, o alborotador, o loco, agitase a nuestra propia gente.
- El Senado de Rodas os está agradecido, como ya os hicimos saber en su momento. Os venderemos los cereales al precio antiguo, el que tenían antes de la subida que dio lugar a la revuelta. Es sensiblemente inferior al precio actual… – el senador mira a sus interlocutores para valorar el efecto de sus palabras. Frente a él, los rostros de la reina Dido, de Acus y del Príncipe del Senado fenicio manifiestan desconfianza.
- En nuestra tierra ninguna persona se toma en serio al comerciante que asegura vender, por tres monedas, un árbol que da como fruto el dinero – dice el Príncipe del Senado en tono de chanza – . Decidnos cuál es la contrapartida.
- No pretendemos engañaros – se apresura a responder el senador rodio – y me disgusta que podáis siquiera pensarlo. Es un buen precio por un pequeño servicio: llevaros de Rodas a los atenienses.
- Temo, noble señor, que estos días tan placenteros y provechosos que hemos pasado en tu ciudad no hayan servido para conocernos – interviene la reina –. ¿Crees que expondría a mi pueblo a los pensamientos corrosivos de un alborotador, sólo por ahorrarme dinero? Quieres librar a Rodas de un peligro vendiéndomelo a mí, ¡y me aseguras que es barato…!
- Te ruego, noble señora, que no lo examines bajo esa luz. En realidad, te estamos pidiendo un favor.
- A los favores no se les pone precio – responde Dido.
- Tienes razón. Si me permites, me retiraré ahora para consultar con mis colegas y mañana a primera hora volveré. No obstante, te pido que consideres este asunto con benevolencia. En una nave, esos atenienses pueden hacer poco daño, mientras para nosotros el problema sería muy grave. Te hemos cedido a Igres para acompañarte y encontraremos alguna otra manera de favorecerte.
----
----
La reina y sus consejeros están muy satisfechos, aunque tratan de no manifestarlo. ¡Se quedarán con los atenienses y su esclavo y además adquirirán los cereales más baratos! Al final, los rodios rebajarán el precio. Ha sido una buena operación. Apenas abandonan la nave los dos senadores rodios, la reina hace una seña a su hermana y a sus acompañantes para que se sienten junto a las mesas. Toda la atención se dirige ahora hacia Igres.
Es un hombre joven aún y emana energía. La piel tostada contrasta con la claridad de su cabello, veteado de mechas rubias, que le cae sobre los hombros y la espalda. Lo sujeta con una cinta alrededor de la cabeza. Una túnica corta permite apreciar los músculos de sus piernas, de potencia inesperada. Las muchachas le dirigen miradas de aprobación. Les gusta. Su presencia hará más ameno el viaje y les compensará de la atención que deberán prestar a las lecciones de su pedagogo. Obedeciendo a la reina, se sientan a su alrededor y no evitan las risitas.
- Quiero reiterarte la bienvenida, Igres – dice la reina –. Desde hace muchos meses buscamos un territorio donde asentarnos y fundar una ciudad. Nos has sido recomendado como el mejor conocedor de estas costas y, por tanto, quien con más acierto nos puede orientar.
- Será un honor servirte, reina – el sonido de su voz, grave y armoniosa, despierta aún más admiración –. Y para hacerlo de la manera más satisfactoria necesitamos, ante todo, sinceridad. ¿Por qué no has elegido alguna de las playas próximas a ciudades fenicias, habitadas por gentes de vuestra propia sangre?
- Hemos huído de Tiro – responde la reina, no sin dolor – y deseamos estar fuera de su alcance.
- No hay muchos modos de conseguirlo – señala Igres – salvo que deseéis arriesgaros.
- No será un riesgo mayor de cuantos hemos sufrido.
- Entonces, señora, te daré mi opinión: vayamos hacia el oeste, donde no se aventuran los navegantes de tu nación por temor a los monstruos y las criaturas desconocidas. En dirección al punto donde comienza el mar entre las columnas de Hércules.
Una exclamación se escapa de todas las gargantas al escuchar estas palabras. Todo el mundo sabe cuán peligroso es navegar hacia poniente. Ningún fenicio que se hubiera aventurado en el pasado ha regresado de allí. El silencio se abate sobre la nave, como si el mundo se hubiese detenido. De pronto se oye la voz de Anna:
- “El principio será el fin” ha dicho el oráculo. Quizá se refería a esto. El principio del mar podría ser el fin de nuestro peregrinaje.
- Acepto tu consejo, Igres – dice la reina – iremos hacia el oeste.
*Sibila Pérsica. Museos Capitolinos.
**Detalle de mosaico del suelo de la iglesia SS. Giovanni e Paolo. Roma
***Detalle de un sarcófago. Museo Termas de Diocleciano. Roma
****Detalle de relieve. Museos Capitolinos. Roma
*****Detalle de mosaico del claustro de San Pablo Extramuros. Roma
******Busto de Antínoo. Museo Centrale Montemartino. Roma
******* y*******Detalle de pintura mural. Museos Vaticanos. Roma
NOTA 1.- A fin de que puedan incorporarse nuevos lectores sin necesidad de leer todos los post precedentes, con éste terminanos la primera parte. Con el próximo post se iniciará la segunda parte, variando un poco el título general para evitar equívocos.
NOTA 2.- Los nuevos lectores que deseen leer la historia desde el principio, pueden obtener todos los capítulos seguidos marcando, al final del post, en Etiqueta: Dido y Eneas. Salen en orden inverso.
NOTA 3: LA JEFA DE COCINA del palacio de la reina Dido en Cartago ha comenzado ya a realizar los primeros preparativos para el gran banquete con que la reina recibirá al troyano Eneas. Quien quiera husmear por la cocina puede hacerlo ya, siempre sin meter el dedo en los platos...
NOTA 4: Algunos amigos participan de esta historia con diversos personajes. Para facilitar la comprensión de cada post, se incluye la lista por orden alfabético de personajes. A continuación, entre paréntesis, están los nombres de los amigos bloggeros.
ACATES, amigo del alma de Eneas. (Eggy)
ACUS, hijo mayor del príncipe del Senado y Jefe de la expedición de Dido. (Acus)
AEMILIUS, director de las obras de la muralla de Cartago. (Unjubilado)
AMILCAR, timonel de la nave de Dido. (Edem)
AMNERIS, la tejedora. (Paula)
ANARKASIS, actor. (Anarkasis)
ANNA, hermana de la reina Dido. (Bethania)
ANQUISES, padre de Eneas. (Juan)
ASCANIO, hijo de Eneas. (Ferípula)
BARCE, nodriza de Siqueo, doncella y confidente de Dido. (Leodegundia)
CAIUS PERTINAX, un hombre de negocios. (Joaquín)
CALIBÁN, un personaje enigmático. (Gonzalo)
CARMINIS, pintora de éxito. (Carmen)
CIRENE, la viajera troyana, madre del poeta Trailo. (Lady Read)
CLAUDIO APOLLIONI , esclavo y pedagogo. (Juanmb)
CLOANTO, un troyano. (Rafael p.q.)
COPA DE ORO del padre de la reina Dido. (Tony)
CRISEA, una vestal. (Krisish)
CUPIDO , dios del amor, hijo de la diosa Venus y hermano de Eneas. (Lady Ice)
DADA, un personaje de oriente. (Ixchel)
DIANA, esposa de Acus y amiga de Dido. (Claullitriche)
DINCER, una bailarina oriental, de quien se enamoró el filósofo Filón. Abuela de Jacinta. (Ximena)
DEMETRIUS PEDER, un escultor griego. (Pru)
EL TIEMPO, el viento y el agua. (Manuel)
EOLO, dios de los vientos. (Gloria de Un cajón revuelto)
ESPÍRITU invisible, protector de la nave de Dido. (Cieloazzul)
FILÓN, un filósofo cínico, hermano de Xilón y abuelo de Jacinta. (Gregorio Luri)
GABRIEL, vigía de navío de la reina Dido.(Iralow)
ICARUS, lugarteniente y consejero de Eneas. (Javier)
IGRES, Un cartógrafo mestizo. (Sergi Bellver)
IRIS, mensajera de los dioses. (Fortunata)
ISKIAS , amazona, guardaespaldas de Dido y Anna. (Lady Zurikat)
JACINTA, artesana de vasijas de arcilla, nieta de filósofo Filón y la bailarina Dincer. (Ontokita)
JEFA DE COCINA del palacio de la reina Dido en Cartago. (Charo Marco)
JUNO, diosa esposa de Júpiter y protectora de Dido.(Gabu)
KARO, escribiente de la señora Imilce. (Antonio Portela)
KOSTAS, cordelero amigo de Imilce. (Kostas h.)
MERCURIO, mensajero de los dioses. (Marelyt)
MOOK, perro de la reina Dido. (Movie)
MORGANA, una hechicera siria. (Morgana)
NÁUFRAGO, náufrago enamoradizo. (Tinta del corazón)
NAUSICAA, hija del rey de los feacios. (Nausicaa)
NEOPTOLEMO, hijo de Aquiles. (Aquiles)
NEPTUNO, dios de los mares. ( Antonia Romero)
NISMACIL, guerrera oriental. (Aurefaire)
NUERA DE la señora Imilce (Bettina perroni)
PALEMON, comerciante griego con productos de oriente. (Adrià Urpì)
PALINURO, piloto de la nave de Eneas. (Luis Rivera)
PAREPIDEMOS SAMOSATENSE, peregrino. (Charles de Batz)
PITONISA de un oráculo. (Badanita)
PRINCIPE DEL SENADO, Jefe del Senado de Tiro y luego de Cartago. (Angelusa)
SALMA, Esclava oriental, empleada en el alfar de Jacinta. (Gloria de Ojos de miel)
SAO, una ninfa. (Irene)
SEÑORA IMILCE, impulsora, narradora y corazón de esta historia. (Almena)
SERVULO, joven esclavo, copero de la reina Dido. (Felipe Servulo)
SIQUEO , sacerdote de Melqart y esposo de Dido. (Pedro (glup))
SIRIO, gato de Anna. (Sirio)
TEANO, matemática muy reputada. (Miriam g.)
TRAILO, poeta troyano e hijo de Cirene la viajera, narrador de parte de esta historia. (Grimalkin el bardo)
ULA, amiga de Dido. (Ula)
UN GRANADO junto al templo de Juno en Cartago. (Goathemala)
UN CANGREJO en cualquier playa. (Cangrejo sedentario)
UN GRAN MATORRALaromático a la entrada de una cueva. (Rosa Silverio)
UN MALO, malísimo. (El hippie viejo)
UNA PIEL DE TORO. (Carlos a. gamboa)
UTYKE, sobrina del sacerdote de Hércules. (Nina)
VENUS, diosa del amor, madre de Cupido y Eneas. (Elisa de Cremona)
XILÓN, maestro griego, hermano de Filón y cronista de la familia de la reina Dido. (Fernando Sarriá)
YARBAS, rey pretendiente de Dido. (Kurtz)
ZOE, prostituta con vocación de libertad. (Zoe favole)
Tags mujer
mujeres
relatos
historia
aventura