¡Por Dios, qué apuesto es ese hombre! Nunca lo había visto. ¿Quién será? Menudos ojos tiene… Y unas manos fuertes y finas.
- ¡Madre, dése prisa!
Creo que mira hacia aquí… pero no me ve. ¡Qué boca! Dan ganas de morderle los labios. ¿Pero, qué digo? Este hombre me está trastornando. ¡Ay, desde la muerte de mi marido no sentía endurecérseme los senos bajo la camisa ni este hormigueo en el vientre!
- Traiga aquí las jarras, madre, ya me encargo yo de servir a estos señores.
Ojala me mire… Mírame, mírame. Tengo que respirar hondo, hacer que se fije en mis pechos. ¡Ay, bobo…!
- ¡Faustinaaaa!
Ahora, ahora me mira. ¡Bendito grito, que me ha hecho derramar una jarra de vino en el suelo! No me mires sólo a los ojos. Mira cómo se me balancean los pechos al frotar el piso para limpiar el vino. Se mueven para ti. Son para ti, si los quieres…
NOTA 1: Goethe y Faustina se encontraron por primera vez en la taberna de la Campana, propiedad del padre de ella. Era una taberna muy famosa en Roma y estaba cerca de la plaza Montanara, ya desaparecida, delante del teatro Marcelo. Faustina se sintió atraída hacia él de inmediato y trató, con éxito, de llamar su atención. Fueron amantes durante los meses que él permaneció en Roma. Este post es respuesta al poema de Goethe que figura en esta entrada.
NOTA 2: Os dejo un enlace con la crítica de la novela Dido reina de Cartago hecha en la revista digital Anika entre libros. Mirad la página hasta el final. Primero va la referencia del libro, luego un resumen del argumento y, por último, la opinión crítica.
*Zíngara o Gitanilla. Frans Hals. Imagen tomada de internet.
**Grabado de la Plaza Montanara en el siglo XVIII. Grabado de Vasi. Así vería Goethe Roma y en concreto esta plaza, cerca de la cual estaba la Osteria della Campana. Imagen tomada de internet.