Andrómeda, a la izquierda, encadenada a una roca. En el mar, un monstruo asoma la cabeza y la cola. En el aire, Perseo dispuesto a defenderla. He aquí una representación de Perseo y Andrómeda en el pavimento barroco
del palacio de Valeriola, en Valencia. Así que Perseo no estaba tan lejos…
“Volaba ya Perseo sobre Etiopía cuando empezó a ver inundaciones y campos
desolados. Distinguió luego una magnífica ciudad. En su playa, junto a una roca
que penetraba en el mar, se congregaba una muchedumbre. Una figura blanca,
quieta como una estatua, destacaba contra la grisura de la roca, a mitad de la
escarpa. La curiosidad lo incitó a descender e ir más despacio. Su mirada no
halló una dura piedra, como esperaba, sino a una bellísima joven de piel dorada
y mórbida. Sus largos cabellos, alborotados por la brisa, lo mismo cubrían que
destapaban la curva dulce de sus hombros y uno de sus senos, pues la túnica se
le había deslizado por la parte izquierda. Aunque su recato le exigiera
taparse, le sería imposible, ya que sus muñecas estaban amarradas por argollas.
Toda ella emanaba juventud, pudor y belleza. Aunque no veía su rostro, pues la
muchacha miraba hacia el suelo, el dios del amor, el divino Eros, aprisionó el
corazón de Perseo con más fuerza que las cadenas que a ella la retenían. Quedó
tan enamorado y se sumió en tal embeleso, que se le olvidó batir sus alas y a
punto estuvo de precipitarse en el mar.
Cuando Andrómeda, al oír el
aleteo, levantó la cabeza para mirarlo, sus grandes ojos velados por las
lágrimas, sus labios rosados y jugosos, acabaron de subyugar al muchacho. Ella
se estremeció al ver aquel extraño pájaro y bajó la vista. Se posó, al fin,
Perseo frente a ella y le preguntó quién era y por qué estaba encadenada.
Trababa Andrómeda de ocultar el rostro, por vergüenza, mas la insistencia del
joven y el temor a que la creyera culpable de algún horrible crimen, la obligó
a responder. Tras explicar los motivos por los que debía satisfacer el apetito
de un monstruo, añadió, sonrojándose aún más, que aunque estaba dispuesta al
sacrificio por el bien de su patria, temía que el miedo, en el último instante,
la incitara a huir. Esa era la razón de las cadenas. Mientras hablaba, se
atrevió a mirar dos o tres veces al muchacho volador y también Eros hizo de
ella su víctima, pues además de la apostura del joven y el encanto de sus
rasgos, Andrómeda vio brillar el amor en sus ojos.”
De mi novela “PERSEO Y LA MIRADA DE MEDUSA”
Como sabéis, esta novela, dentro de la Colección de Mitología Gredos,
estará en los quioscos de toda España a partir del 23 de diciembre.
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Fotografía tomada de Internet. Gracias a Vicent Lerma, que me ha puesto sobre su pista.