En el poema VII de su obra “Elegías romanas”, el gran
poeta alemán Goethe reiteraba su inmensa felicidad por estar en Roma. Y le pide
al dios Júpiter que no lo expulse de este lugar, donde
“(…) la alta
montaña
capitolina es para ti un Olimpo segundo.
Déjame
estar aquí, Júpiter, y que Hermes me lleve más tarde
por
donde la tumba de Cestio, quedamente hasta el Orco”.
Traducción
de Jesús Munárriz.
Eso
mismo le pediría yo también al padre de los dioses.
NOTA: En la fotografía, la pirámide de Cayo Cestio,
la tumba a la que hace referencia Goethe. El Orco es el inframundo y Hermes el dios que - entre otras funciones - acompañaba a los muertos a ese lugar. Esta pirámide, datada hacia el año 12
a..C. fue parcialmente incorporada a la muralla Aureliana en el siglo III d.C. Por
la parte interior de la muralla, a su lado, y a partir del siglo XVIII empezaron a
enterrarse los extranjeros no católicos que morían en Roma, creándose así el
cementerio popularmente conocido como “cementerio protestante”. En él está
enterrado el único hijo de Goethe, además de muchas personalidades,
especialmente del ámbito artístico. La segunda foto es la de la tumba del hijo de Goethe, que murió con cuarenta años.
*Fotos: Rafa Lillo.