jueves, marzo 29, 2012
lunes, marzo 26, 2012
LOS GEMELOS ANTE AMULIO
(XXXII)
Rea Silvia había parido a sus gemelos y descansaba cuando, aprovechando que Tuccia había salido un momento de la cabaña, Prátex, Catión y Cora habían entrado y le habían arrancado a sus hijos, tal como había ordenado el rey Amulio.
La reina Criseida montó en cólera apenas supo por una criada que su cuñado Númitor se había presentado en la cabaña real y en ese momento estaba siendo escuchado por el rey. ¿Con qué permiso había vuelto a Alba Longa ese insolente? Y ¿qué pretendería? Ordenó a la doncella que trajera de inmediato su manto púrpura, pues quería recordarle a su cuñado quienes mandaban ahora. Apenas lo tuvo en las manos, se lo echó por los hombros y se dirigió al salón principal.
- … no es mucho lo que te pido – estaba diciendo Númitor, en pie delante de Amulio –. Al Consejo le parecería una petición justa y, si lo piensas con detenimiento, también tú la juzgarás conveniente.
Criseida cruzó el salón y, sin saludar ni decir una sola palabra, se sentó al lado de su marido y se arregló los pliegues del manto. Luego, ignorando la presencia de la vestal Adriana, dirigió una hosca mirada a Númitor, que había callado al verla, y le habló sin miramientos.
- Tenía entendido que no volverías aquí hasta el día de la ejecución de tu hija...
Esa frase fue un latigazo en el rostro de Númitor, que palideció. Con todo, inclinó la cabeza en dirección a la reina a modo de saludo y dijo:
- Le exponía al rey, mi hermano, una petición que tú misma aprobarás, reina Criseida, pues eres mujer y madre.
- Jamás he estado de acuerdo contigo en nada, Númitor. Y no creas que mi condición femenil me ha hecho inconsistente o mansa como otras mujeres.
El rey Amulio se removió inquieto en su sitial. Le molestaba la irrupción de su esposa y, sobre todo, que hubiera intervenido como si él mismo no fuera capaz de afrontar a su hermano.
- Ya basta, Criseida – dijo con sequedad.
- Esto os pido – reiteró Númitor –: que enviéis a algunas mujeres con experiencia en partos para asistir a mi hija y dar testimonio del alumbramiento. Si da a luz a dos varones, habremos de aceptar su palabra de que fue el propio Marte quien los engendró, pues no hay parto doble sin que medie la voluntad divina. En tal caso, ni ella ni sus hijos merecen morir, ya que no se habría cometido un sacrilegio.
- ¿No te cansas, Númitor, de socavar mi autoridad? – respondió Amulio –. Hay pruebas más que suficientes del sacrilegio de Rea y de sus mentiras. ¿O es que ya no recuerdas que ocultó el embarazo? ¿De cuántas maneras trató de engañarme a mí, al Consejo, a las vestales, a toda la ciudad?
- Tu autoridad no puede resentirse por acceder a mi solicitud. Al contrario, el Consejo estimará tu prudencia y sabiduría, pues tan peligroso es para Alba Longa dejar impune un agravio a la diosa Vesta, como ofender al dios Marte matando a su prole.
El rostro del rey se ensombreció al escuchar estas últimas palabras. Debía impedir que Númitor hablase con los miembros del Consejo, pues esa demanda les parecería razonable a algunos. Sobre todo a los más ancianos, hombres medrosos que, antes de tomar cualquier decisión, por insignificante que fuese, invocaban la ponderación y la cautela. Su hermano podría convencerlos con facilidad.
- Te conozco, Númitor – respondió, haciendo esfuerzos para contener la rabia –. Eres falso y tramposo. Pretendes enredarnos con palabras, asustar mediante embustes al Consejo, cuando lo que buscas es ganar tiempo para tejer tus planes. ¡Crees que podrás corromper a las parteras, persuadirlas para que, mintiendo sobre el parto, se conviertan en cómplices del crimen de una vestal! Y te presentas ante mí, sin ni siquiera haber solicitado permiso para pisar Alba Longa, con semejantes pretensiones. ¿Por quién me has tomado?
- Permíteme, mi rey, expresar la opinión de las vestales – intervino Adriana –. Nos sentimos atañidas y, como sacerdotisas de Vesta, autorizadas a interpretar la voluntad de la diosa.
Le lanzó Amulio una mirada furibunda y ya se disponía a responderle cuando entró un criado corriendo y anunció al rey que Prátex acababa de llegar y pedía ser recibido con urgencia.
Al salir de su casa al amanecer, Urbano Lacio había observado con preocupación la nube encarnada que cubría el rostro de Luna. Y más inquietud aún sintió al verla reflejada, nítida y roja como una mancha de sangre, en las aguas del lago Albano. Los colores y los contornos solían difuminarse sobre sus ondas para resultar más gratos a los dioses y lo encendido de ese color, cuando aún era casi de noche, lo sorprendió. Tuvo un mal presentimiento. Aceleró el paso sin dejar de atender a cuanto le rodeaba: ruidos, movimientos, sombras. A un asno se le había caído la carga y estaba atravesado en medio de la calle cerrando el paso. Hubo de retroceder y dar un rodeo para llegar a la cabaña de Énule y Amnesis.
Halló Urbano a sus amigas preparadas para el salir. Énule llevaba una gran bolsa de cuero con sus remedios y Amnesis había cargado con una olla, escudillas y vasos de cerámica hechos por ella misma para surtir el ajuar de la cabaña de la hondonada. Se dirigieron a la casa de Kritubis. Apenas hubiera luz suficiente para adentrarse en la selva sin extraviar el camino, partirían desde allí hacia la cabaña de Rea Silvia. Deseaban ardientemente que Énule la viese, que los tranquilizase diciendo que la encontraba con buena salud.
El pordiosero Alec los esperaba en la puerta, pese al frío. No había vuelto a dormirse desde que la sacerdotisa de Diviana se había levantado en mitad de la noche para invocar la ayuda de la diosa. Desazonado, golpeaba el suelo con la vara, la mano temblorosa y la mirada perdida. Apenas llegó Énule, la cogió de la túnica y tiraba de ella hacia el camino, como si quisiera que se pusiera en marcha de inmediato. Idéntico desasosiego alteraba a Kritubis, en cuyo rostro se reflejaba la preocupación cuando salió a recibirlos. Los invitó a pasar al interior y, mientras esperaban que se dieran las condiciones favorables para partir, les ofreció un caldo caliente y permaneció a su lado, silenciosa.
Cuando, al cabo de un rato, la pastorcilla Palantea consideró factible atravesar la fronda de la selva sin perderse, el grupo estaba ya tan intranquilo y atribulado, que ni siquiera la música de su siringa infundió alegría a sus ánimos. Sólo Énule, siempre serena, conservaba la calma.
Informado de que el rey Amulio lo recibiría de inmediato, Prátex había entrado en el salón del trono llevando en las manos la canasta con los gemelos. Al darse cuenta de la presencia de Númitor se había detenido. El rey, no obstante, le hizo una seña para que se adelantara, mientras le decía:
- ¿Qué es eso tan urgente que te trae aquí?
Prátex se acercó hasta el sitial y depositó a sus pies la cesta. La luz de las antorchas no permitía ver con claridad su contenido: parecía un montón de ropa plegada. En cestos semejantes sacaban las mujeres las túnicas y pieles para orearlas extendiéndolas sobre los arbustos cuando llegaba el buen tiempo. Amulio miró a Prátex sin comprender.
- Te traigo a los hijos de la sacrílega, como me ordenaste.
- ¿Qué dices? – rugió Criseida poniéndose en pie.
Númitor, con una exclamación de dolor y sorpresa, se adelantó unos pasos para mirar el contenido del cesto, pero el mismo Prátex le impidió avanzar más interponiéndole un brazo.
- ¿Ves como tenía yo razón? – gritaba Criseida, recuperada de la primera sorpresa, dirigiéndose a su marido –. Esa cerda nos había engañado, se quedó preñada mucho antes de lo que había dicho. ¡Sacrílega inmunda…!
- ¿Has dicho “hijos”? – preguntó rauda la vestal Adriana aproximándose a Prátex –. ¡Respóndeme!
- ¡Silencio! – gritó Amulio, imponiendo su voz colérica sobre el griterío que se había producido en un instante.
Su rostro estaba rojo de confusión e ira, pues tampoco a él le había pasado desapercibida la palabra usada por su secuaz. Contemplaba el bulto con odio y desconfianza a la vez mientras, a su alrededor, los asistentes escrutaban a distancia la cesta de colores y nutrían los sentimientos más diversos: amor, miedo, esperanza, cólera, desprecio, según el corazón de cada uno. Y, de pronto, aquel silencio cargado de emociones se rasgó: se agitaron las ropas, uno de los gemelos rompió a llorar con fuerza y, al instante siguiente, se le unió el llanto del otro.
- ¡Son gemelos! – exclamó Númitor, mirando a su hermano –. No puedes negar la paternidad de Marte. ¡Mi hija es inocente y estas criaturas también!
Todos hablaban al mismo tiempo. La vestal Adriana se apoyaba en la evidencia de los recién nacidos para pedir la anulación del castigo contra una vestal; Criseida bramaba proclamando que se trataba de otro engaño; insistía Númitor en la paternidad de Marte, pues así lo había predicho a su hija.
Sin escuchar a nadie, el rey Amulio apretaba los puños y los dientes. No esperaba semejante desenlace, era un golpe tremendo. Y aún creció más, si es que tal cosa era posible, su odio por Rea Silvia. La noticia del alumbramiento llegaba, desafortunadamente para él, en presencia de dos testigos incómodos: su propio hermano Númitor y la vestal Adriana. Debía actuar de manera rápida, pero también calculada, tener la habilidad de presentar su decisión como la única posible, la más justa. Levantó las dos manos para imponer silencio y volvió los ojos a Prátex.
- ¿Alguien ha presenciado el parto?
Como éste respondiera afirmativamente y declarase que la partera Cora esperaba en la puerta por si necesitaban de ella alguna información, la hicieron pasar. Con la cabeza inclinada, para no cruzar la vista con la reina Criseida, cuyo furor intuía, Cora respondió a la pregunta de si Rea Silvia había parido gemelos.
- Yo sólo he visto nacer uno – dijo –. Enseguida me hicieron salir de la cabaña con la excusa de traer agua. Del otro, nada sé. Debían tenerlo escondido en alguna parte.
- Todos habéis oído, alto y claro, el testimonio de esta mujer – dijo el rey Amulio aprovechando una declaración tan favorable a sus intenciones –. Ordeno que el hijo de Rea Silvia sea llevado al límite del territorio habitado de Alba Longa y arrojado a la corriente del río. El otro, que han pretendido hacer pasar falsamente por su gemelo, sufrirá la misma suerte. Llévatelos, Prátex, y cumple mi mandato sin dilación.
- Te suplico, rey Amulio, hermano mío, que me escuches. Aunque tengas dudas, perdónalos. Perdona a mi hija – exclamaba Númitor.
Amulio lo miró con desprecio y le preguntó a Prátex si la sacrílega había manifestado arrepentimiento cuando le había quitado a su hijo.
- Me ha ofrecido riquezas en nombre de su padre. Y al comprender que no me doblegaría, ha implorado que le diera muerte – respondió Prátex. Alzó el cesto silencioso del suelo, pues los gemelos habían callado, agotados de llorar, y, sin prestar atención al griterío que de nuevo se formaba a sus espaldas, salió.
“Como un ladrón en la noche/ abandonó la cabaña real el cruel Prátex,/ en sus manos el colorido cesto/ y, tras sus pasos, Catión tambaleante./ Fueron testigos Alba Longa y los primeros albores/ del crimen que iban a cometer/ infames ejecutores de niños/ asesinos de dioses.”
*Imágenes de diversos museos e iglesias de Italia. Fotos: Isabel Barceló
NOTA: Os propongo la asistencia a esta conferencia, que tendrá lugar en la Intersindical Cultura de Valencia:
"Biotecnologia aplicada a la restauració del patrimoni històric
i artístic: la bioneteja."
A càrrec de
PILAR ROIG, catedràtica de Restauració de la Universitat
Politècnica de València.
MARIA DEL PILAR BOSCH, llicenciada en Biologia i doctora en
Restauració del Patrimoni per la UPV.
Dimecres 28 de març de 2012, a les 19:15 h
Carrer Juan de Mena, 18 de València.
domingo, marzo 25, 2012
SOBRE EL VOLCÁN
Esto dijo un ilustre viajero:
“Cambian los tiempos y los destinos humanos siguen teniendo la misma inconstancia. La vida, dice la canción, se escapa como la rueda de un carro.
“Plinio perdió la vida por haber querido contemplar desde lejos el volcán en cuyo cráter estoy tranquilamente sentado. Miro como humea la sima a mi alrededor. Pienso que a unas cuantas toesas de profundidad tengo un abismo de fuego bajo mis pies; pienso que podría abrirse el volcán y lanzarme por los aires con bloques de mármol despedazado.”
CHATEAUBRIAND.-“Viaje a Italia”.
Traducción de Plácido de Prada.
*Fotografía: Puerto de Nápoles y vista del Vesubio. Foto de Isabel Barceló
i artístic: la bioneteja."
A càrrec de
PILAR ROIG, catedràtica de Restauració de la Universitat
Politècnica de València.
MARIA DEL PILAR BOSCH, llicenciada en Biologia i doctora en
Restauració del Patrimoni per la UPV.
Dimecres 28 de març de 2012, a les 19:15 h
Carrer Juan de Mena, 18 de València.
jueves, marzo 22, 2012
BIENVENIDA A LA PRIMAVERA Y AL AMOR
martes, marzo 20, 2012
NADIE PUEDE IMPEDIR LO INEVITABLE
(XXXI)Rea Silvia había parido a sus gemelos y su doncella Tuccia había conseguido hacer salir de la cabaña a Cora, de quien desconfiaba. Por su parte, ésta se había encontrado con Prátex y Catión y los tres se disponían a aprovechar la primera oportunidad para entrar en la cabaña y, cumpliendo el mandato del rey Amulio, quitarle a su hijo. Estaba amaneciendo.- ¡Cora! ¡Cora! – llamaba Tuccia desde el umbral de la cabaña haciendo bocina con las manos y sin levantar la voz. Al no obtener respuesta, salió entornando la puerta. Quizá se habría acurrucado al lado de la tinaja para protegerse del frío, pensó, así que se dirigió hacia allí. Aún se deslizaban por el suelo mansos hilillos de agua, diminutas corrientes nutridas por las gotas que escurrían de la paja del tejado. Ese era el único movimiento, el único sonido que rompía la quietud de la hondonada. Nubes finas como hilachas de lana salpicaban el cielo y aumentaban la sensación de humedad. No había rastro de esa mujer. ¿Dónde se habría metido? Sintió una punzada de arrepentimiento recordando el aullido del lobo. ¿Y si le hubiera ocurrido una desgracia?
Un ruido la hizo girarse y comprender repentinamente cuánto se había equivocado: hacia la puerta abierta de la cabaña se precipitaban Prátex y Catión, seguidos a pocos pasos por Cora. Corrió ella también, aún sabiendo que le llevaban ventaja, que no habría forma humana de detener a esos hombres, muy superiores en fuerzas. Alcanzó a agarrar de la túnica a Catión y lo hizo tambalearse, pero el borrachín se desasió con un fuerte tirón y logró meterse dentro, siguiendo los pasos de Prátex. Cora se le echó entonces encima lanzándole gritos e insultos, pues esa harpía no tenía necesidad ya de fingir ni de guardar sigilo. La cogía de los brazos por la espalda y tiraba de ella hacia atrás para impedirle socorrer a Rea Silvia, pero la doncella, luchando con todas sus fuerzas, logró avanzar unos pasos y, casi arrastrando consigo a esa mujer infame, consiguió llegar al umbral.
La violenta irrupción de los secuaces del rey Amulio había despertado a Rea Silvia, que se incorporó de un salto. Al resplandor del fuego, las miradas de ella y de Prátex se cruzaron un instante y a la velocidad del rayo la vestal lanzó un grito y se arrojó sobre la cuna de sus hijos para defenderlos. De una zancada se plantó el hombretón a su lado, le propinó un brutal golpe en la cabeza y con la mano la apartó haciéndola rodar sobre la espalda. Quedó desprotegido el cesto y, a la vista, dos rostros sonrosados cuyo plácido sueño no se había interrumpido.
- No me habías dicho que la cerda hubiera parido gemelos – dijo furioso, volviéndose hacia Cora.
- ¡No puede ser! Yo sólo he visto uno…
- Pues compruébalo tú misma, estúpida.
- ¡No os atreváis a tocar a los hijos de Marte! – gritó Tuccia debatiéndose inútilmente entre los brazos del borrachín Catión, que había sustituido a Cora en la tarea de contenerla. Recibió como respuesta un puñetazo en el rostro.
- ¿Y qué, si son dos? – se defendió Cora sin ni siquiera mirar a los recién nacidos, mientras Prátex se apoderaba del cesto –. ¿Acaso te amedrentan? Son bastardos sacrílegos, basura. ¡Mátalos y arrójalos a los buitres para que se alimenten con esa carroña!
Rea Silvia, que a duras penas se recobraba del aturdimiento causado por el golpe en la cabeza, logró abrazarse a una de las piernas de Prátex, para inmovilizarlo.
- ¡Déjalos, déjalos! – gritaba – ¡Mátame a mí pero no hagas daño a mis hijos! Mi padre te dará lo que quieras, riqueza, tierras, rebaños. Te lo suplico, déjalos. Toma mi vida a cambio de la suya.
- ¡Tú estás muerta! – le respondió, despectivo, mientras con el pie libre la pateaba en la espalda y en los brazos hasta que consiguió soltarse.
Gritos y golpes, forcejeos, súplicas, imprecaciones, llenaban de espanto la cabaña. Una violencia tanto más brutal y repugnante al estar dirigida contra mujeres y criaturas inermes, sorprendidas en un momento de debilidad. Mas ¿qué otra cosa podía esperarse? ¿Acaso no había sido así desde el principio, desde aquel aciago día en que Amulio había ordenado asesinar al hermano de Rea? ¡Ay, Odio, cuán inmenso, extenso y duradero es tu poder! Y que breve, en cambio, había sido la esperanza. El plan de la vestal de salvar a sus hijos entregándolos a sus amigas para que los criasen en secreto había sido un espejismo; las ilusiones de quienes habían luchado esforzadamente por ella estaban condenadas a acabar en decepción.
Y así, en el tiempo que tarda una paloma en cruzar de un extremo al otro el lago Albano, Rea Silvia había dado la vida a sus hijos y los había perdido.
Dolorida, la ninfa Silana vio pasar la comitiva que atravesaba su bosque: Prátex delante con la cesta en la que dormían los gemelos, Catión casi al lado suyo, se adelantaba a veces para apartar las ramas de los matorrales que pudieran obstaculizarle el paso; Cora iba la última, con el rostro ensombrecido, rabiosa. De haber obedecido los dictados de su propio enojo, la ninfa hubiera hecho desaparecer los caminos bajo una niebla impenetrable, habría azotado los rostros de aquellos desalmados con las ramas de las encinas, les habría infundido el terror en el cuerpo. Mas no quería poner en mayor peligro a los gemelos: eran, también, hijos suyos, nacidos en las profundidades de su seno sacro, tierra natal para la estirpe de Marte.
No menos aflicción experimentaban otras diosas: Luna, aunque ya pálida, se veló el rostro con una nube rojiza, según testimonió Urbano Lacio; Diviana manifestó su pesadumbre haciendo brotar un rumor sordo e indefinible que recorrió las cimas y las quebradas de los montes Albanos estremeciendo rocas, espantando a las aves y sacando de sus madrigueras a las alimañas; en el altar de Vesta su fuego sagrado chisporroteó sin motivo, lanzando chispas a tanta altura que a punto estuvieron de provocar una catástrofe. La vestal que lo custodiaba en ese momento corrió a despertar a la vestal Adriana y entre ambas, sujetando con las manos espesas ramas de laurel fresco, formaron un arco sobre el altar y evitaron así que las pavesas llegaran al techo y prendieran la paja.
Estaban aún conmocionadas por lo ocurrido cuando les anunciaron la visita de Númitor. El padre de Rea Silvia había llegado a la ciudad la noche anterior pero era ya tan tarde y tan intensa la tormenta, que hubo de contentarse enviado a sus amistades recado de su llegada. Había pernoctado en la cabaña de Énule y Amnesis, sin lograr descansar ni conciliar el sueño.
- Sólo quería saludarte y decirte que la Vestal Máxima Camilia llegó bien ayer al Aventino y ya está cuidando de Aurelia – dijo a Adriana, que había salido de inmediato a recibirlo.
- ¿Y cómo estás tú? – respondió ésta, impresionada al ver cuánto había empeorado su aspecto.
- Como un hombre a punto de perder a toda su familia. A mi esposa no puedo ayudarla: Aurelia se apaga como una lucerna a la que falta el aceite. En cuanto a Rea Silvia… Seguiré luchando por ella. Ahora mismo voy a presentarme ante mi hermano.
- ¿Me permites acompañarte? Las vestales siempre hemos estado a vuestro lado y en ausencia de Camilia…
- Acepto con gusto.
Apenas había luz cuando salieron de la casa de las vestales. La pasada tormenta, o el frío, o el hecho de que en invierno se hicieran pocas labores en el campo, mantenían desiertas las calles de Alba Longa. Penachos de humo salían de las cumbreras de las cabañas, algún perro ladraba. Lo demás era inmovilidad y silencio, espesas sombras.
- Ojalá Énule encuentre en buen estado de salud a mi hija – dijo Númitor –. Hasta que no avance el día no podrá ir a verla.
- La selva que han de atravesar es casi impracticable, sí. Hay que esperar a que haya luz suficiente – respondió Adriana. Y tras una pausa, añadió:
- ¿Puedo saber qué piensas decirle al rey Amulio? ¿Has encontrado nuevas razones para convencerlo de la inocencia de Rea o del beneficio de perdonarla?
Negó Númitor con la cabeza. No había más argumentos que los ya expuestos. Y ambos sabían que una roca era más blanda que el corazón de Amulio. Nada lo conmovería. Así pues, la última esperanza de Númitor era conseguir que hubiera testigos imparciales del nacimiento de los gemelos, demostrando así que Rea Silvia no había mentido al reclamar la paternidad de Marte. Le pareció a Adriana una buena idea.
Confiados en las posibilidades de éxito de esta nueva petición, llegaron a la cabaña real y solicitaron audiencia con el monarca. Ignoraban ¡ay! que en ese mismo momento los secuaces de Amulio habían salido ya del bosque de Silana con su presa y, tomando el camino de Alba Longa, se disponían a llevar a los recién nacidos a la presencia del rey.
También el amanecer era sombrío en la colina del Palatino. Acca Larentia no podía arrancarse del corazón el dolor por su hijo muerto. Había vivido apenas unas horas, pero lo había llevado en su vientre muchas lunas, era carne suya, lo amaba desde antes de nacer. Un velo de tristeza había descendido sobre ella, siempre animosa. No volvería a ser madre, era ya vieja para arriesgarse otra vez, su cuerpo no resistiría un parto más.
Fáustulo se había marchado a sus quehaceres cuando ella salió de la cabaña, al primer claror, e hizo una ofrenda de leche ante la tumba de su hijo, junto al umbral de la puerta. El valle de Murcia estaba aún sumido en la oscuridad y apenas se distinguían los contornos de la colina del Aventino, allí frente a su casa. Subía con fuerza, en cambio, el fragor del Tíber, mas aquietado que los días precedentes pero todavía fluyendo fuera de su cauce, hinchado de fango y agua, enseñoreado de los valles y los llanos circundantes.
Acca no se sentía con fuerzas para descender por la escalera de Caco hasta el nivel de la inundación, mas no deseaba faltar a su cita cotidiana con el río. El mismo día en que había sido violada por esas bestias llamadas Prátex y Catión, le había prometido al padre Tíber ofrendarle diariamente un poco de vino puro a cambio de que él la ayudara a vengarse. El parto le había impedido cumplirlo en las dos últimas jornadas. Era momento de reanudar sus ofrendas. Así pues, cogió una medida de vino, se envolvió en su manto de pieles y se encaminó despacio hacia el precipicio que se abría al final de la explanada trasera de su cabaña. Bona y su cachorro Seius la seguían.
- Padre Tíber – dijo en voz alta, asomándose al borde –. A ti, que cuando estás airado no tienes clemencia con humanos ni animales ni plantas ni duras piedras; a ti, dador de muerte y de vida yo, Acca Larentia, te invoco. Acepta el vino que te ofrezco. No olvides que espero de ti venganza por el daño sufrido; una venganza tan furibunda como estás tú ahora mismo, pues a causa de los golpes que Prátex y Catión, aquellos hombres viles, me infligieron, ha muerto mi hijo recién nacido. No haya para ellos compasión ni perdón.
Y con estas palabras derramó el vino desde lo alto del precipicio. Sus gotas rojas salpicaron las piedras y cayeron allá abajo, sobre el agua aún tumultuosa que se adentraba en los valles. Un instante de silencio guardó el río para indicar que había aceptado la ofrenda.
* Las fotografías de cerámica y metal están tomadas en Ferrara, en el palacio Costabili (siglo XV) sede del Museo Arqueológico Nacional, pertenecen a la colección de la ciudad etrusca de Spina, en el territorio ferrarese, que existió entre los siglos IV y I a.C. Las pinturas murales son del siglo XV.
** Las fotos de esculturas están tomadas en el cementerio de La Certosa, Ferrara. Todas están sacadas por mí.
lunes, marzo 19, 2012
POEMA EN HONOR DE LA DIOSA MINERVA
No permitas que el hijo de Venus, el temible Cupido,
lance contra mi joven corazón sus flechas.
¡Antes de conocer el amor, necesito florecer en tu sabiduría!
NOTA: EL 19 de marzo se iniciaban las fiestas en honor a la diosa MINERVA que duraban hasta el 23. Era la patrona de los guerreros, los artesanos, los médicos, los maestros, el comercio, inventora de la Música y protectora de todas las artes. A ella se acogen Claudia Hortensia y su liberta Lálage para continuar narrando la historia de Rea Silvia.
*Diosa Minerva, en "El triunfo de la Virtud" de Andrea Mantegna. Foto tomada de internet.
sábado, marzo 17, 2012
A LA JUVENTUD ROMANA
“Si yo, pobre “mozo”, no me engaño, política es una cuestión de muchos – y entiendo que los “muchos” deben ser aquellos que mueven los brazos en la sociedad cuando está bien constituida – y los muchos naturalmente interesados en saber si la barca va a hundirse o a salvarse.
“La juventud romana – operarios y otros – debe, por tanto, ocuparse de política y convencerse que su comportamiento calmo, digno pero enérgico al mismo tiempo al rechazar los ultrajes o al exigir derechos, su comportamiento, digo, debe servir de estrella polar a las ciudades hermanas, para obtener una Italia próspera y respetada en el mundo.”
GIUSEPPE GARIBALDI.- “I Mille”.
Traducción de Isabel Barceló.
NOTA: El 17 de marzo de 1861 se produjo la unificación de Italia, a la cual había contribuido Garibaldi y los Mil.
jueves, marzo 15, 2012
NO ES LITERATURA - dijo Dickens
Dedicado a Mª Engracia Muñoz, que sabe mucho de coliseos, animales y gladiadores.
CHARLES DICKENS.- "Imágenes de Italia."
Tomado del libro “Guía literaria de Roma”. Edición de Iria Rebolo.
domingo, marzo 11, 2012
INVENTO PERJUDICIAL
“Ningún invento ha surgido más perjudicial para los hombres que el dinero. Éste arruina las ciudades, éste expulsa a los hombres de su hogar, éste trastorna a las mentes decentes de los mortales y les muestra cómo cometer acciones deshonrosas; ha enseñado a los humanos a emplear el engaño y a conocer todo tipo de impiedad.”
SÓFOCLES.(siglo V a.C.)- “Antígona”
Tomado del Calendario clásico grecorromano de José Contreras Valverde.
*Busto de Sófocles. Fotografía tomada de internet, obra de Shakko, con licencia Creative Commons, recortada un poco por mí.
NOTA: Queridos amigos, por razones de trabajo he de ausentarme unos días. ¡Os echaré de menos! Procuraré regresar cuanto antes con una nueva entrega de la fundación de Roma. Trataré también de dejar alguna entrada programada. A veces la vida cotidiana se me pone tan cuesta arriba como a nuestra Rea Silvia.
miércoles, marzo 07, 2012
AQUELLOS POLVOS…
“La evolución de la guerra y el desarrollo de culturas guerreras en ciertas sociedades explica la subordinación de las mujeres en Europa, en la época del descubrimiento de la escritura. (…)Una vez se desarrolló la cultura guerrera, se convirtió en un sistema casi inexpugnable. Aseguraba la supervivencia del grupo en lo que se había convertido en un mundo hostil. Sus valores se transmitían a las futuras generaciones y se consideraban naturales e inevitables. Las creencias, historias y religiones de un grupo justificaban y glorificaban la guerra y a los guerreros masculinos. Así ocurre en los primeros escritos de la cultura europea. La épica griega de homero (escrita en el siglo VIII a.C.), las “Doce tablas” de la antigua Roma ( hacia 450 a.C.) y el Pentateuco de los hebreos (escritos entre . 1150 y c 250 a.C…) todos describen culturas guerreras en las que la subordinación de las mujeres está ya establecida (…)
“La premisa básica de una cultura guerrera es que el hombre es intrínsecamente más valioso e importante que la mujer. Así pues, se supone que la mujer debe estar sometida al hombre y esta subordinación se racionaliza y justifica de diversos modos. Se supone que las mujeres deben tener menos poder que los hombres y, por tanto, aunque estos escritos suelen representar a mujeres poderosas (y en los textos griegos a deidades femeninas), incluso la diosa de más poder está, y se supone que debe estar, sometida al dios más poderoso. (…) Aunque se honra a la mujer si se limita a las relativamente escasas funciones que le son permitidas – esposa, madre viuda y, en Grecia y Roma, sacerdotisas – es eclipsada por el hombre y sus ocupaciones (…)
"El verdadero rango de las mujeres en los primeros tiempos de Grecia, Roma e Israel no ha perdurado, pero sí las imágenes y valores representados por Homero, la ley romana y la Biblia hebrea. Aunque estos escritos transmitieron las imágenes de ciertas mujeres poderosas, su mensaje general fue que si las mujeres no estuvieran subordinadas a los hombres, el resultado sería el peligro e incluso el caos."
"Historia de las mujeres. Una historia propia". Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser.
… TRAJERON ESTOS LODOS.
*Fotos de relieves en los Museos Capitolinos, Roma. Son mías.
Querid@s amig@s, os dejo este post porque mañana, Día internacional de la mujer, participaré en diversos actos y no podré estar con vosotr@s. Ojalá entre tod@s consigamos hacer el mundo menos hostil y más habitable para las mujeres.
Estaré con alumnos de 1º y 2º de bachillerato del IES Jordi de San Jordi de Valencia, para hablar de las mujeres el pasado y el presente, y luego en Lliria, en el contexto de la Semana de la Mujer, en un coloquio sobre el papel de la mujer en la antigua sociedad romana y la presentación de la novela "Eitana la esclava judía" de Javier Arias Artacho.
lunes, marzo 05, 2012
UN HITO DE POCA IMPORTANCIA
De la liberta Lálage a su amiga Elia. Salud.
Me hubiera gustado pasar esta mañana a verte, querida Elia, pero me ha sido imposible. He acompañado a mi señora Claudia Hortensia a la biblioteca con la intención de dejarla allí unas horas, pues quería ella consultar detenidamente una obra de Agatocles de Tarento, útil para el libro sobre la fundación de Roma en el que estamos trabajando. Pero he aquí que nos ha atendido Apuliano en persona y mi plan se ha desbaratado. Al saber, por boca del propio bibliotecario que, según sus anotaciones, desde que está al frente de la biblioteca se han producido más de 400.000 consultas a obras que hablan sobre las mujeres, Claudia Hortensia ha estado a punto de abandonar su habitual compostura y ponerse a bailar. Me ha dicho: “Si las mujeres de Roma han despertado tanto interés, ¿quién te dice que nuestra obra sobre la primera de todas las romanas, Rea Silvia, no vaya a ser un éxito?” Y estaba tan alegre e inquieta, que no ha sido capaz de sentarse a examinar la obra que ya le traía Apuliano.
“Hoy nos merecemos un descanso y un buen paseo por la ciudad”, así que nos hemos paseado por el foro a placer y luego hemos ido al mercado margaritaria y ha comprado dos hilos de perlas, uno de ellos para mí.
* Escultura llamada "La muchacha de Anzio", en el Museo Arqueológico de Anzio. La foto es mía.
jueves, marzo 01, 2012
LARGA VIDA AL POETA MARCIAL
* "Friso del pavo real, del Museo de Calatayud" Fresco procedente de Bílbilis y datado de hacia el año 50. La foto está retocarda por Escarlati. Ha sido tomada de internet.