Así que, Marco Rufo, detrás de esas máscaras teatrales tan
serias, tan circunspectas, se escondían la risa y otros gestos alegres. Eres
buen escultor, Marco Rufo, y sin embargo no te auguro demasiado éxito: al poder (y a nuestros cónsules)
no les gusta que sujetos insignificantes como tú les arranquen la máscara y dejen
al descubierto la carcajada oculta tras ese falso rostro compungido. Pretenden
engañar a todo el mundo y con frecuencia lo consiguen. Pero tú y yo sabemos que
cuanto más grande es el sufrimiento de la plebe, mayor es su beneficio y su
regocijo.
NOTA: Ya estoy de regreso, queridos amigos. Trataré de ponerme al día cuanto antes.
*Sarcófago en los Museos Vaticanos. Foto: Isabel Barceló