Los romanos
se consideraban descendientes de los troyanos a través de Eneas. Este príncipe,
que durante los combates de la guerra de Troya fue salvado varias veces de la
muerte por intervención divina, logró ponerse a salvo cuando la ciudad cayó en
manos de los aqueos. Con su padre, su hijo y un nutrido grupo de troyanos se echó
a la mar, en busca de un territorio donde fundar la nueva Troya que le había
prometido el divino Zeus. Arribó a las costas del Lacio, en la península itálica y de
él se consideraron descendientes los reyes de Alba Longa de los cuales, a su
vez, descendían los gemelos Remo y Rómulo. Con la llegada de estos a la edad
adulta, la fundación de Roma –y los conflictos que ello supuso– estaba en
marcha.
Para
el ilustre chelvano Vicente Mares (1633 – 1695), autor de la notable obra corográfica
“La fénix troyana”, Chelva fue fundada también por fugitivos troyanos. Así, no
es extraño que chelvanos y romanos puedan darse la mano, siquiera imaginariamente,
a través de los siglos.
* En la imagen, Eneas con su padre y su hijo, abandonado Troya incendiada. Estancias del Vaticano, Rafael.